¿Quién se alegra por los etarras?

Hace falta ser de cartón para no detectar un conflicto moral en el hecho de recibir como una buena noticia la muerte de dos etarras, víctimas de sus propias intenciones criminales. Es verdad que se ha recibido con satisfacción en amplísimas capas sociales, dentro y fuera del País Vasco. Podría despacharse el conflicto con un simple endosamiento del mismo al rastro de miseria moral que deja el terrorismo. Pero el asunto no es tan sencillo. Ningún ser humano bien nacido puede desear la muerte de otro. Lo malo es cuando la materialización del deseo se relaciona directamente con la muerte de otros seres humanos, que así escapan a un propósito criminal ajeno. Y tal es el caso de lo ocurrido la otra noche en Basurto. En el programa de Tele-5 ''Crónicas Marcianas'', en la misma noche del lunes, Javier Sardá hizo un alto para comunicar a la audiencia que se había producido en Bilbao la explosión de un coche bomba, con todas las trazas de un atentado cuya víctima o víctimas se desconocían por el momento. Eso fue al tenerse las primeras noticias de la explosión. Pero cuando, en una posterior ampliación, el presentador anunció que las víctimas eran dos etarras a los que les había explotado el artefacto en las manos, los asistentes al programa se arrancaron en un aplauso espontáneo.