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León

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David Santos, de 35 años, operario del Metro de Madrid y con conocimientos de electricidad, acudió el miércoles a la parroquia Virgen de la Paloma a ayudar su amigo Rubén Pérez de Ayala y a los demás curas del edificio a arreglar una avería de la caldera.

La explosión de gas acabó con la vida de ambos amigos, al igual que con la de un trabajador del edificio de enfrente y con la de un viandante de nacionalidad búlgara, una tragedia que conmocionó a la ciudad y dejó en estado de shock a la congregación Camino Neocatecumenal a la que David y Rubén pertenecían.

Asiduo visitante de la iglesia junto con su mujer y sus cuatro hijos, David se hizo amigo del joven sacerdote Rubén. En el momento de la explosión, ambos se encontraban en el edificio junto con el párroco, Gabriel Benedicto, y el sacerdote Alejandro Aravena, que se encuentran en buen estado,

No era fácil caminar ayer por la calle de Toledo ya que, al hielo y la nieve todavía acumulada, se suman los múltiples vehículos de los bomberos y técnicos del ayuntamiento que trabajan sin descanso tras la explosión.

Los vecinos y los comerciantes siguen con «el susto en el cuerpo», pero tratan de ayudarse unos a otros.

«Grité a todos los vecinos que salieran del edificio, era supervivencia pura y dura», asegura una joven vecina. Antes de salir a la calle, rescató a una vecina de 83 años que padece del corazón. «Guardé el tipo como pude, la calmé y, en pijama, fuimos a casa de una amiga mía donde localizamos a su hijo que vino a por ella», relata.

La calle sigue acordonada.