La pugna del 14-F pone a prueba la frágil estabilidad parlamentaria de Pedro Sánchez
El PSOE asume ya que ERC le hará sufrir al menos hasta las elecciones y admite que el día después puede no ser fácil
El Gobierno siempre ha tenido claro que las elecciones catalanas iban a suponer un punto de inflexión en esta legislatura y que su resultado podría alterar el delicado equilibrio sobre el que Pedro Sánchez ha navegado desde que decidió sellar su coalición con Pablo Iglesias. Pero esta semana ha visto ya las orejas al lobo.
Con los ánimos revueltos por el inicio de la campaña para el 14 de febrero, los socialistas se asomaron a un abismo durante la convalidación del decreto sobre la gestión de los fondos europeos, del que sólo les libró el inesperado rescate de Vox. El mismo día, se quedaron solos en su intento de impedir que el excomisario Villarejo comparezca en la ‘comisión Kitchen’ del Congreso.
En la Moncloa dan por sentado que de aquí a la cita con las urnas no podrán contar para nada con los trece diputados de ERC, necesarios para completar una mayoría de izquierdas, ni tampoco con los cuatro del PDeCAT que, tras la ruptura con Junts per Catalunya, podrían ayudar a salvar alguna votación espinosa. Saben igualmente que no van a encontrar ánimo colaborador en Ciudadanos ni el PP ni siquiera para asuntos que en otras ocasiones trascenderían la lucha partidista, como se vio hace tres días.
«Hasta después del 14 —resumen en la dirección del grupo parlamentario socialista— va a ser un infierno». Los socialistas ni siquiera se atrevían a asegurar el viernes el respaldo de los republicanos al decreto para la protección de los consumidores vulnerables que se vota en el pleno entrante, a pesar de que en él se incluye la paralización de los desahucios por la que tanto presionaron junto a Podemos y EH-Bildu. El miércoles también se vota una moción en la que los independentistas catalanes exigen la reunión de la mesa de diálogo con Cataluña. Pero lo que de verdad preocupa al PSOE no es ya lo inmediato o puramente coyuntural sino el escenario que pueda abrirse tras los comicios.
La operación, pergeñada largamente desde el entorno más próximo a Pedro Sánchez para situar al ya exministro de Sanidad Salvador Illa al frente de la candidatura del PSC, ha resultado un arma de doble filo. Los socialistas están entusiasmados porque les ha devuelto la esperanza de convertirse en primera fuerza de Cataluña en votos después de 20 años de travesía por el desierto. Pero también son conscientes de que su designación ha enervado al partido de Oriol Junqueras.