La poca vocación, los bajos suelos y la pocas expectativas de incorporarse a la vida civil, causas del problema
La falta de soldados impide alcanzar la profesionalización del Ejército
La falta de candidatos a ingresar en las Fuerzas Armadas como profesionales de tropa y marinería es a día de hoy el principal obstácu
Esta situación, propiciada por la falta de vocación militar entre los jóvenes, los bajos sueldos que perciben los soldados y, sobre todo, la falta de expectativas para reincorporarse a la vida civil una vez concluidos sus compromisos, hace que muchas unidades de Tierra, y sobre todo de la Armada, estén muy lejos de llenarse. El Ministerio de Defensa se marcó como objetivo para 2002 alcanzar la cifra de 86.000 soldados o marineros enrolados. Pero a día de hoy ningún responsable del departamento que dirige Federico Trillo considera posible cumplirlo. El número de efectivos de tropa es de 74.000 para los tres ejércitos. Son pocos si se tiene en cuenta que sólo el Ejército de Tierra aspira a tener, en 2010, más de 67.000. Defensa reconoce ahora que sólo aspira a registrar, a finales de año, «una ligera mejoría» con respecto al 2001. Y se ha marcado, para el año 2003, el mismo objetivo que tenía para este año: cerrarlo con 86.000 hombres y mujeres en filas. Los mandos de Tierra y la Armada insisten en que hay «indicios» de un incremento en la captación y retención del personal, pero también dicen que deben hacer un «mayor esfuerzo» para mejorar. El Ejército del Aire es el único que mira con optimismo hacia el futuro. En la actualidad, tiene cubierta el 92,8% de su plantilla. Su máximo jefe, el general Eduardo González Gallarza, espera que de la convocatoria prevista para finales de año salgan la mayoría de los candidatos a ocupar las vacantes existentes. Además, este año sólo el 16,1% del personal de la Fuerza Aérea que finalizó su compromiso optó por no renovar. También se ha reducido de forma considerable en los últimos dos años el número de pilotos que abandonan el ejército para probar suerte en empresas privadas. Hasta el año 2000 fueron 60 por año. En 2001, 31 y en lo que va de año 2002 sólo 22 pilotos colgaron el uniforme castrense. La primera en responder al desafío de la reorganización fue la Armada. A mediados de los setenta, sus mandos separaron la Fuerza operativa -la flota- del resto de órganos que la apoyaban. A finales de esa misma década, las Fuerzas Aéreas impulsaron el Plan ORGEA, que supuso el abandono de su estructura territorial por otra de carácter funcional. En los ochenta, el Ejército de Tierra activó el Plan Meta, para racionalizar y reducir su organización territorial. El proceso continuó con los planes Reto y Norte, que permitiría optimizar la operatividad. Ese largo camino culminó el pasado 6 de septiembre con la aprobación de un Real Decreto que liquidó para siempre la organización territorial y consagró otra de carácter funcional, que divide a cada Ejército en tres escalones: el Cuartel General, la Fuerza y elementos de Apoyo a la Fuerza. La norma establece que la función de los cuarteles generales consistirá sólo en asesorar al jefe del Estado Mayor. En cuanto a la Fuerza, su estructura orgánica queda conformada por los mandos, órganos auxiliares de mando y las unidades.