Adiós a los españoles asesinados en Burkina Faso
Tres horas bajo las balas
Los reporteros españoles Roberto Fraile y David Beriain fueron ejecutados tras una larga batalla en Burkina Faso Los dos huyeron hacia una zona boscosa para refugiarse
Los disparos partieron por la mitad al «convoy mixto» de dos camionetas, de las que llevan la parte trasera descubierta, y una docena de motos. Atrás quedó el segundo vehículo, en el que viajaban los dos periodistas españoles, David Beriain y Roberto Fraile, junto a dos cooperantes de Chengeta Wildlife Foundation, Rory Young y Greg, cuyo apellido no ha trascendido. Frente a ellos, el fuego de las ametralladoras PKM, que descargan unas 650 balas por minuto. Eran las nueve de la noche. La «patrulla conjunta contra la caza furtiva» —como se llama a estas milicias entrenadas por una oenegé con sede en Bélgica, Reino Unido y Estados Unidos con la financiación de la Unión Europea— se había internado en el bosque del este de Burkina Faso. Los «occidentales», como mientan en África a los europeos (además de los dos españoles, las nacionalidades eran irlandesa y suiza) corrieron hacia los bosques a refugiarse. Al menos los españoles van desarmados, y solo pueden cubrirse ante el ataque. «David era totalmente antiarmas», describe Jorge Benezra, uno de sus productores en zonas de conflicto.
«Nos topamos con un campamento terrorista», le aseguró un soldado superviviente a la reportera francesa Sophie Douce, que logró entrevistarle cuando se recuperaba de sus heridas. Bandera negra, lema en árabe y motos, describe este guardia, que había sido entrenado por la oenegé durante seis meses para seguir las huellas de los elefantes y enfrentarse a los grupos irregulares que se esconden en la región africana del Sahel. Atrapada, la unidad contraatacó pero fue rodeada por los motoristas, que superaban en número a los 30 efectivos del contingente en el que estaban empotrados Beriain y Fraile. «Los periodistas españoles en todo momento tuvieron la máxima prudencia en su actuación, más allá de la asunción de los riesgos inherentes a su profesión», mantiene una fuente del Ministerio de Defensa. «Prueba de ello es que acompañaban a una unidad burkinesa dedicada a la lucha contra la caza furtiva». Un dato que llama la atención a los expertos es que los asesinos no les robaron. Dejaron junto a sus cuerpos —según testimonio gráfico— un dron, al menos ocho móviles y un teléfono satelital. Los «detalles adicionales» que exige el Gobierno español al de Burkina Faso quizás se conozcan algún día.