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Publicado por
León

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En el tiempo transcurrido desde la noche del 2 de diciembre de 2018, cuando el recuento dejó claro que el inexpugnable feudo socialista del sur de España había dejado de serlo, la vida política de Susana Díaz dio un giro casi imposible de predecir hasta ese momento.

En poco tiempo había pasado de ser la política con más proyección del país, querida y temida a partes iguales por los suyos y respetada por los poderes económicos, y la mujer con más posibilidades hasta entonces de alcanzar la presidencia del Gobierno a tener que volver al refugio andaluz tras ser derrotada en primarias por Pedro Sánchez.

Esa noche de 2018, cuando el refugio dejó de serlo, comenzó una metamorfosis que ha seguido hasta ahora y que le permite acudir a las primarias con posibilidades, al menos, de volver a ser la cara del socialismo andaluz cuando se convoquen elecciones autonómicas.

¿En qué ha consistido este cambio? Quienes la han acompañado en esta travesía del desierto coinciden casi de manera unánime en una punto: ahora escucha más. Sus colaboradores entienden que salir del Palacio de San Telmo le ha dado la oportunidad de pisar calle y de entender cuáles son, a su juicio, los errores que la llevaron primero a errar estrategia cuando se enfrentó a Pedro Sánchez y después a no apostar a fondo en algunas cuestiones de gestión que acabaron royendo la base natural del electorado socialista.

Hace ya más de un año que la dirigente andaluza reconoció que en aquella pugna interna que dividió al PSOE cuando Sánchez se empecinó en el «no es no» y que acabó con su dimisión como secretario general socialista, el ahora presidente llevaba la razón. Frente a quienes ven en ese cambio una simple adaptación a su debilidad sobrevenida, los más cercanos colaboradores de Díaz sostienen que se trata de un reconocimiento sincero.

«Ella creía que el PP era un partido de Estado y ha comprendido que no es así», sostienen. Susana Díaz se niega una y otra vez a considerar una derrota personal haber perdido la Junta. Desde aquella noche de diciembre de 2018 no ha dejado de repetir que ella ganó las elecciones, y que lo que la desalojó del poder fue un pacto de ese PP sin sentido de Estado con una ultraderecha a la que considera una amenaza para la convivencia.

Pero pese a que esta reflexión es la que ocupa más lugar, hay otras dos que comparte con los suyos y que considera que fueron claves para la desmovilización del electorado socialista: no vio venir el coste del proceso de fusión hospitalaria y no se atrevió a dar el paso de establecer la gratuidad de la escolarización de cero a tres años como ya había hecho con las matrículas universitarias, la parte de su legado de la que más orgullosa se siente. Con el bagaje de experiencia que atesora y la metamorfosis experimentada, entiende que está preparada para ir a por la revancha.