Puigdemont y Junqueras se esquivan y siguen sin sellar la paz secesionista
La de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras juntos es una imagen que haría «feliz a mucha gente», afirmó días atrás Jordi Turull, tras salir de prisión y anunciar que uno de los primeros planes en su recién recuperada libertad era viajar a Waterloo para abrazarse al expresidente de la Generalitat. Turull, junto a Josep Rull, Jordi Sànchez y Joaquim Forn, cumplió hoy su deseo. «Este sí es un reencuentro de verdad», afirmó Turull desde Waterloo.
«No pararemos hasta que lo hagamos juntos en Cataluña, que es donde por justicia toca», añadió. Pero en cambio el encuentro entre Puigdemont y Junqueras tendrá que esperar. El líder de Esquerra y los indultados de su partido, Raül Romeva, Dolors Bassa y Carme Forcadell prefirieron viajar el miércoles a Ginebra para reunirse con Marta Rovira, secretaria general del partido y huida en Suiza.
Cada partido, por separado. La paz secesionista no llega. Los dos pesos pesados del independentismo han mantenido contactos (telemáticos) ocasionales. Pero continúan esquivándose. Están enfrentados en lo personal y en lo político (uno es presidente de Junts y el otro, de Esquerra) desde hace cuatro años, y juegan al gato y el ratón evitando la imagen que escenificaría el armisticio o la tregua independentista.
Junqueras anunció días atrás, después de salir de prisión, que viajará el próximo 6 de julio a Estrasburgo para reunirse con los eurodiputados de su partido. También mostró su intención de aprovechar el último pleno de este curso en la Cámara europea para reunirse con Puigdemont, que tiene escaño en el Parlamento comunitario. En cambio, desde Junts replicaron que el expresidente no estará ese día en Estrasburgo porque no tiene que intervenir e instaron al Junqueras a desplazarse a Bruselas para verse con Puigdemont.
El expresidente quiere la imagen en Waterloo, en la llamada Casa de la República, donde recibe a los dirigentes soberanistas como ‘presidente legítimo’ de Cataluña. Es una lucha de egos en la que se dirime escenificar quién es el líder real del independentismo, al margen del presidente de la Generalitat. Junqueras elude de momento la fotografía en Waterloo, una imagen que Pere Aragonès, un mes después de su investidura, no pudo evitar. Era una parte del peaje a pagar por el pacto con Junts para la investidura. El otro será encontrarle un papel central al expresidente catalán en la dirección estratégica del secesionismo, a través del Consejo de la República, que Puigdemont recuerda periódicamente que sigue vivo.