OPINIÓN Esther Esteban
Carta a Ana Botella
Escribo esta carta a la militante del PP, a esa mujer con carnet número 29029 del partido que en su día animó a su esposo a sumarse a las filas de un proyecto político. Tal vez ya entonces, su fina intuición la llevó a pensar que cuando uno cree en la honorabilidad de la política y entiende la cosa publica como un acto de servicio es mejor saltar a la arena y no limitarse a ver los toros desde la barrera. Entonces fue usted Ana la inductora de esa decisión que cambió sus vidas y ahora deberá tomar una determinación similar y ver si da o no el paso, pero en primera persona. Sus amigos dicen que usted es el verdadero CIS particular de José María Aznar, que ejerce a la perfección su papel de mujer inteligente, pragmática y realista que comparte su vida con un hombre poderoso. Por el contrario sus enemigos le acusan de haber influido demasiado en el hombre que ha tenido en sus manos los designios de este país llamado España. Ahora unos y otros fijan su objetivo en usted y en la posibilidad de que finalmente Ana Botella, la militante 29029 deje de estar en la base y se incorpore a una lista electoral las próximas elecciones. La pregunta es en qué lista y en que momento. Me consta que las cosas se han precipitado, que el inteligente y perspicaz Ruiz Gallardón ha sacado su as de la manga antes de tiempo, que la fecha inicial para el anuncio era diciembre y que eso puede complicar las cosas. Nunca ha ocultado su pasión por la política pero ahora está a punto de despejar la incógnita de si estamos o no ante la Hillary Clinton española. Hace apenas unos meses usted misma me decía en una entrevista para el libro Mujeres que no descartaba dedicarse a la política con mayúsculas pero que no lo haría mientras su marido ocupara su actual responsabilidad. Las cosas han podido cambiar desde entonces pero usted, Ana, deberá sopesar si el momento es ahora o un poco más adelante, cuando nadie pueda recurrir a los fantasmas de La Moncloa como excusa fácil para la descalificación. En todo caso, su vida de nuevo va a cambiar y mucho. Tal vez por eso y en previsión de lo que pueda ocurrir durante estos años en esa jaula de oro que es el Palacio Presidencial usted, Ana, ha permanecido alerta. Su mérito ha estado en apreciar la línea -delgada e imperceptible para muchos- que separa el halago fácil y la adulación de la franqueza sincera y la sumisión de lealtad. Ahora, de nuevo, tendrá que separar el grano de la paja y no dejarse llevar por esos cantos de sirena que suelen entonarse cerca de los poderosos. Su futuro tendrá que decidirlo en solitario y también marcar sus propios tiempos, por mucho que para su partido sea un buen gancho electoral. Si continua pensando que debe dar el paso cuando su marido ya no esté en primera línea y cuando su sombra y el debate de la sucesión no le oscurezca la suya propia, es sólo cuestión de esperar un poco... el tiempo lo dirá.