El papel de los obispos y el terrorismo

Parecería increíble que los obispos se hayan demorado tanto en aprobar un texto de condena contra el terrorismo. Porque parece no menos inverosímil que los prelados correspondientes a comunidades donde el nacionalismo tiene un peso ideológico y ejecutivo se hayan visto ''sensibilizados'' hasta el punto de combatir esta aprobación. Todo se ha hecho de la peor manera posible: el secretismo al que el propio texto se ha visto sometido, los largos debates a puerta cerrada, la posición de los monseñores vascos... Pero, por fin, el documento, que tampoco era para tanto, ha visto la luz. Fumata blanca. A nadie en sus cabales le puede caber la menor duda de que la Iglesia católica, y las demás iglesias, condenan el terrorismo. Pero se ha hecho un flaco favor a la causa de la paz con tanto titubeo, con tamaños silencios y cautelas, con tanta discusión inútil que ni siquiera deja ver en su auténtica dimensión cuál es la posición de los discrepantes. Entre otras cosas, porque los propios discrepantes, comenzando por monseñor Setién, lo han explicado mal. Pienso, y me parece que muchos católicos me acompañan en esta reflexión, que la Iglesia necesita actualizar, modernizar y multiplicar sus mensajes a la opinión pública. No es matando al mensajero (matar es pecado), culpando a los medios de distorsionar las cosas, como se conseguirá una mejor sintonía con la ciudadanía. Este papel aprobado por los obipos y, valga el juego de palabras, el papel de la Conferencia Episcopal y de la propia Iglesia en la sociedad española, necesita una reflexión muy severa. Hay crisis de vocaciones y muchas vacaciones de fidelidad a la doctrina católica. Parece evidente que la decadencia de Juan Pablo II abre una nueva etapa. Quizá, más que nunca, la Iglesia se enfrenta a un reto formidable, más formidable acaso que los que ha sorteado en los últimos dos mil años. El famoso documento sobre el terrorismo no es sino una muestra más de que las peticiones para que se produzca un cambio son muchas y tienen alguna razón de ser.