OPINIÓN Pedro Calvo Hernando
La buena y la mala suerte
Mariano Rajoy es el único alto cargo del Gobierno o de la Xunta que ha estado siempre en su sitio. El vicepresidente primero no se fue de caza como Fraga o Alvarez Cascos, ni de turismo a Doñana como Matas, ni de jornadas gastronómicas como Fraga, ni dijo aquí no pasa nada como Cañete. Aznar ni se ha molestado en aparecer por Galicia, al revés que el Rey, aunque con retraso, o que los líderes de la izquierda. La administración de la más grande crisis de la etapa PP ha sido bastante deficiente, sin reacción a tiempo, sin coordinación suficiente, sin medios para luchar contra la marea negra, con imposición de restricciones informativas injustificadas, descalificando gruesamente a la oposición por criticar, aunque muy suavemente, la gestión de las autoridades, con desconocimiento del fundamental papel del Parlamento, al negarse a ese pleno extraordinario que era lo mínimo exigible desde el flanco parlamentario. Casi lo menos grave fue la decisión de empujar al Prestige hacia alta mar, contra el criterio de la empresa de salvamento contratada, porque eso era al menos discutible. Aquí no ha dimitido ni se ha cesado a nadie e incluso algunos de los afectados se han permitido el lujo de negar las evidencias sobre su actuación. Nadie ha reconocido ninguna responsabilidad, al tiempo que han proliferado extemporáneas y arriesgadas invocaciones al pasado. Y han presentado lo obvio y superobligado (las ayudas económicas) como prueba de buena gestión. Por el contrario, la oposición ha cumplido con su deber de crítica, de exigencia de explicaciones y de ofrecimiento de ideas y de planes, al tiempo que los medios informativos se volcaban en su labor, como la ciudadanía en su solidaridad con una desgracia que, en definitiva, es de todos. Para ser justos, no hay que olvidar el factor mala suerte, ese factor que está por encima de las voluntades y de los comportamientos humanos, hasta el extremo de poner a soplar a los vientos siempre en la dirección más perjudicial para todos y más favorable para la destructora marea negra. Esos no son vientos domeñables, al revés que otros que también han empujado al Gobierno en la mala dirección, pero querida de modo seguramente consciente. Porque la mala evolución de las encuestas electorales siempre es una consecuencia de los errores cometidos o de los problemas mal abordados. La situación en ese terreno, con permiso de la cocina del CIS, es de empate técnico entre PP y PSOE en cuanto a intención de voto, aunque favorable al PSOE en todo lo demás, incluida la valoración de Zapatero frente a Aznar y la percepción de los españoles sobre el trabajo del Gobierno y de la oposición. Esto parece que pone muy nerviosos a los dirigentes del Gobierno y del PP, cuando lo prudente sería que tomaran nota de por qué ocurre eso y aplicaran las oportunas terapias. No creo que entre ellas haya que contar operaciones como la de FAES o la del lanzamiento de Ana Botella.