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OPINIÓN Consuelo Sanchez-Vicente

Todo por su orden

Publicado por
León

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El martes pasado, cuando aun no se sabía como sería formalmente la primera visita de Aznar a Galicia tras la catástrofe del Prestige pero sí que se produciría inmediatamente después de volver de la cumbre europea de Copenhague, pregunté a un veterano dirigente del PSOE con quien me crucé en el Congreso qué podía hacer el Presidente del Gobierno para congraciarse con los gallegos, y me dijo, «nada, es muy tarde». Y vosotros, el PSOE, ¿Qué vais a hacer ahora que el Gobierno ya se ha puesto las pilas, bajareis la presión política?, añadí, y respondió, «no, mientras el Gobierno siga haciendo todo lo que le decimos que haga, ¿Por qué?». Palo si bogas, y palo si no bogas. ¿Es este el papel de la oposición? La lucha por el poder, que siempre es dura, se vuelve inmisericorde cuando hay elecciones a la vista, eso es lo que yo creo. Y las hay. Como hay responsabilidades políticas por el fiasco del Prestige, pero por su orden. Y me temo que Zapatero está empezando a «gustarse» en el papel de «oposición útil», peguemos el oído a la vía, ¿Qué es lo importante, lo que están pidiendo, lo que necesitan ahora las víctimas del Prestige? So-lu-cio-nes, ¿Verdad?. Pues a eso es a lo que ahora «toca» arrimar el hombro sin que lo impresionante, las dimisiones, que llegarán (en Galicia y en Madrid), nos distraigan de la tarea. Durante veinte días, a la hora de denominar catástrofe a la catástrofe, a la de pedir que el Ejercito se uniese a la lucha contra ella, a la de denunciar los errores de coordinación e información de los primeros veinte días, a la de señalar que Aznar se estaba equivocando al no viajar a Galicia, o a la de exigirle que liderase el gabinete de crisis y se trajese de Europa al menos tanto dinero para el Prestige como consiguió Alemania en las inundaciones de este verano, Zapatero ha ido muy por delante de Aznar. Y en esos veinte días Aznar ha cometido todos los errores que se podían cometer. El penúltimo no aceptar la reunión que le pidió la semana pasada, respetuosísimamente, toda la oposición parlamentaria; y el peor, atrincherarse en la torre de control del puerto de La Coruña durante las tres horas escasas que duró su tardío primer viaje a Galicia. Si se hubiera arriesgado a una bronca o a una lluvia de huevos sus disculpas habrían sonado más ¿Sinceras? Digamos que más «sentidas».

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