OPINIÓN Fermín Bocos
A quemarropa
El asesinato a quemarropa del agente de la Guardia Civil Antonio Molina -obra de dos pistoleros de la ETA-, por desgracia, quiere decir que pese a los aciertos policiales y la determinación de los jueces, esta banda de desalmados sigue activa y mata. Lo ha hecho en Collado-Villalba y pretendía hacerlo en Madrid mediante la colocación de un coche cebado con una carga explosiva. Según los expertos de la lucha antiterrorista con este tipo de crímenes la dirección de la ETA pretende contrarrestar la idea -bastante arraigada- de que la banda atraviesa por sus horas más bajas como consecuencia del efecto combinado de las numerosas detenciones de sicarios producidas en el último año, sobretodo en Francia. A lo dicho habría que añadir otro hecho particularmente importante desde un punto de vista psicológico: la ilegalización de Batasuna, el brazo político de la organización terrorista. Hace una semana, estos miserables colocaron otro coche bomba en Santander. Llamaron antes de que explotara y dio tiempo a tomar precauciones. Era un «aviso». Ahora, por los datos que hemos ido conociendo, la cosa iba más en serio. Tanto que esta vez los sicarios no dudaron en disparar contra los dos agentes de la Guardia Civil que tuvieron la mala suerte de toparse con estos dos asesinos, uno de los cuales, incomprensiblemente, se encontraba en régimen de libertad provisional pese a tener sobre sus espaldas una condena de más de cinco años de prisión. Cosas así sólo pasan en España. En fin, que la ETA está acorralada policial y socialmente, es una evidencia. La manifestación del domingo en Bilbao -convocada por todos los partidos democráticos, PNV incluido-, es una ocasión de oro para que quede patente ese multitudinario rechazo. Los asesinos del agente Molina estaban a punto de entrar en Madrid con un coche-bomba. Es más que probable que la dirección de la banda los hubiera enviado pensando precisamente en esa cita. Razón de más para acudir.