Lo que sobra y falta en Galicia

La chica de la gasolinera a la que preguntamos si vamos bien para Muxía -sí, pero allí ahora no hay nada que ver, responde- nos fulmina con la mirada. Viajo con dos amigos, no tenemos pinta de voluntarios, y encima es viernes: cuando empieza la romería de «mirones» de la desgracia. Como el chico de protección civil que en el pueblo nos indica con desgana «la ruta del chapapote» -segunda calle a la derecha, y todo seguido hasta Touriñán- debe pensar que somos «turistas ecológicos». El trabajo del periodista, mi trabajo, es ver, oír y contar; pero la batalla que están librando los voluntarios y los marineros contra la vomitona del Prestige es tan desigual que todo lo que no sea meterse hasta el cuello en «a merda» con ellos para arrancarla del mar (mañana vendrá más, pero no «esta») es obsceno, pienso mirando a hurtadillas al primer grupo de «hormigas blancas» que encontramos a las afueras de Muxía. El segundo grupo aparece en la lengua de tierra que separa el pueblo del faro de Touriñán una hora y ¡14 kilómetros de costa petroleada después! Dos camiones militares y un autobús lleno de chicos y chicas muy jóvenes helados, exhaustos y aun más perdidos en el paisaje que el primero. Y en medio, nadie. Cien metros tardamos en parar el coche y bajarnos a mirar la primera vez. Por vergüenza. La segunda, ni de lejos nos atrevimos. En privado, los expertos más conscientes aseguran que, sólido o líquido, nos vamos a «beber» todo el fuel del Prestige, las 77.000 toneladas. Hasta la última gota. Y que tanto las manchas ocultas que se están depositando en los fondos marinos como la interminable puntilla de fuel que se ve a derecha e izquierda hasta donde se pierde la vista desde la plataforma de cemento del viejo faro del Cabo Touriñán, habrá que recogerla exactamente como hasta ahora: a mano. ¿Quién es el imbécil que ha dicho que en Galicia «sobran» voluntarios, quien está desactivando la única esperanza de la Costa da Morte? Falta, justo lo que esta marea blanca dice que falta, organización y medios, una especie de «mando único» en la lucha contra el fuel que coordine a gentes y máquinas. Y sobra, justo lo que están diciendo que sobra, electoralismo, oportunismo; del PP al PSOE pasando por IU y el BNG, política de baja estofa. ¿Manos?, ni una, todas son pocas. Por muchos años. Como dice el cartel que alguien ha colgado a la entrada de A Coruña, «Gracias, voluntarios».