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OPINIÓN Pedro Calvo Hernando

El «Prestige» lo domina todo

Publicado por
León

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El Gobierno y su partido se han empleado a fondo en su inútil intento de crear la imagen de que ellos han cumplido con su deber y de que quien no lo ha hecho ha sido la oposición, especialmente el PSOE, que es el único partido al que les interesa desprestigiar porque es su adversario y porque les ha alcanzado en las encuestas electorales. Y sin embargo han sido las críticas de la oposición y la marea de protestas ciudadanas las que han conseguido que el Ejecutivo central haya corregido parcialmente su inicial desidia y su total falta de sensibilidad ante lo que les costó semanas en calificar de catástrofe ecológica. La oposición ha cumplido su papel muy dignamente, al conseguir con sus críticas sacar al Gobierno de su nirvana y al arrimar el hombro en lo único que está en sus manos a través de su presencia en las instituciones y, de manera especial, en las comunidades autónomas por ella gobernadas. Hay cosas que la oposición no ha hecho, por el inusitado celo del Gobierno para rechazar uno a uno sus ofrecimientos y propuestas. Mientras no se demuestre lo contrario, ese celo rechazador se debe al otro celo, a los celos irreprimibles ante lo que la oposición pudiese hacer y que le restase al Gobierno protagonismo o imagen pública, es decir, votos. Método al parecer contraproducente, a juzgar por el casi derrumbe electoral que registran las encuestas conocidas y no conocidas. A la gente le disgusta que su Gobierno no sea eficaz cuando de verdad hay que serlo. Pero le disgusta también que ponga todo su empeño en disimular los efectos de la catástrofe y sus propias responsabilidades en la misma y en inventar carroñerías, deslealtades o antipatriotismos en la oposición, sin respetarla nunca y siempre tratando de interferir en su sagrada labor. Nunca se había visto una cosa igual ni nunca la labor de crítica y control al Gobierno -ejercicio democrático imprescindible y fundamental- había tropezado con tantos obstáculos. Estamos batiendo demasiados récords, como ésos, pero también el de un tan temprano declive electoral de un partido que ganó porblemas técnicos de suministro y aseguró que el cierre de los centros propios solo se alargaría una semana más de lo pactado. Tras el eufemismo, se escondía el fracaso de la empresa en la búsqueda de ayudas para reflotar el negocio, un total de 5 millones de euros. Hubo que esperar hasta el 29 de agosto, a sólo tres días para la reapertura prometida de los centros, para que Opening admitiera que tampoco abriría el siguiente lunes. Al tiempo, la Organización de Consumidores y Usuarios comenzaba a tomar parte en el asunto y amenazaba con iniciar una acción judicial colectiva. Hubo que esperar hasta el 31 de agosto para la primera intervención del Gobierno. A través del Ministerio de Sanidad y Consumo alertaba que los alumnos de Opening no estaban obligados a pagar los créditos suscritos con la compañía si no recibían el servicio contratado. Esta recomendación venía a contradecir a las que, en esos días venían haciendo la OCU y otras asociaciones, que aconsejaban seguir pagando y denunciar, para no entrar a formar parte de las listas de morosos. Un empresario del sector confesaba que «no puede aceptarse que un servicio como la educación funcione como una franquicia, porque eso significa que el empresario se ve obligado a pensar en términos de beneficios y no de calidad».