Alberto Garzón: Un ministro comunista entre la levedad y la controversia
La carrera de Alberto Garzón como ministro de Consumo ha transitado los dos primeros años de legislatura por una acción limitada por las competencias de su cartera y salpicada por episodios de polémica. Por la última ha recibido duras críticas de la oposición y ha sido desautorizado por sus compañeros socialistas de gabinete tras asegurar en el diario británico ‘The Guardian’, el pasado 26 de diciembre, que la carne de macrogranja era «de peor calidad» que la de ganadería extensiva, «más sostenible».
Economista de formación, criado en Málaga, tímido y orgulloso de sus convicciones políticas (en 2017 publicó el libro ‘Por qué soy comunista’), su entrada en el Ejecutivo de coalición como representante de la cuota de Izquierda Unida suscitó una gran expectación. Junto a Yolanda Díaz, fue el primer militante comunista en ocupar un ministerio desde el segundo Gobierno de Juan Negrín (1938-39), ya en los estertores e la Guerra Civil.
Al mes de llegar, anunció un paquete de más de cien medidas con normativas que iban desde prohibir el patrocinio de casas de apuestas en camisetas o equipaciones deportivas, cancelar los contratos con las empresas afectadas y más del 90% de los anuncios de este tipo. La mayor parte se aplazó por las urgencias de la crisis sanitaria. Más allá de su cruzada contra el juego, su ministerio fue opacado por el de Sanidad durante la pandemia.
En julio de 2021, inició la llamada ‘guerra del chuletón’ cuando aconsejó reducir el consumo de cárnicos. Le costó la censura de los ministros socialistas y forzó un desmarque de Sánchez. Seis meses después, se ha vuelto a atragantar con la carne. Él defiende que sigue la doctrina de la OMS y el pacto de coalición. Garzón inició su carrera política con 18 años, afiliándose a Izquierda Unida. A los 26 se convirtió en el diputado más joven de la X Legislatura en unas elecciones en las que Cayo Lara encabezó las listas del partido como coordinador general, cargo en el que le acabó sustituyendo en 2016.
Tras el 15-M, le quitaba el sueño la «desaparición» de su formación. La irrupción de Podemos había desplazado a los suyos del tablero y dejó como única salida una alianza que culminaría, a regañadientes, con el ‘pacto del botellín’ en la Puerta del Sol de Madrid. Un cervecero brindis con Pablo Iglesias, que le había llegado a calificar de «pitufo gruñón».
Con Yolanda Díaz, ahora vicepresidenta pero entonces coordinadora de Esquerda Unida, mantuvo una pugna en 2019. Él apostaba por facilitar la investidura de Sánchez tras las generales del 28-A. Díaz rompió su carnet, pero ahora es su jefa dentro del Gobierno y su principal apoyo en la polémica de las macrogranjas. «Sería surrealista si da un paso para salir», zanjó.