El Gobierno se prepara para una larga batalla jurídica con Argelia
El gas es el as que conserva Argelia en la manga, no le faltarán clientes que quieren apartarse de Rusia
Como un péndulo, la política exterior española lleva oscilando entre Marruecos y Argelia desde la Transición. La directriz hasta ahora era no vestir un santo para desvestir otro, pero el delicado equilibrio ha descarrilado esta semana dejando a Pedro Sánchez en una soledad aún más acusada frente a la oposición y sus propios socios de Gobierno, que no terminan de entender las últimas decisiones diplomáticas del presidente.
Con el giro histórico respecto a la autonomía del Sáhara Occidental protagonizado en marzo, Sánchez creyó haber zanjado una crisis con Rabat sin consecuencias bilaterales en el Magreb, pese a las quejas airadas proferidas por Argel y las limitadas contrapartidas recibidas del reino alauita. Tres meses después, y tras una comparecencia en el Congreso en la que se alineó con el plan marroquí, su vecino norteafricano cortó el miércoles los lazos económicos con España, un extremo que negó sólo 48 horas más tarde ante la presión de la Unión Europea.
Pero en Moncloa no ponen paños calientes a la situación, que tildan de grave y preocupante. Además, la crisis llega en el peor momento posible, con una guerra a las puertas de Europa y una crisis energética galopante. Mientras se estudian las consecuencias prácticas y el alcance de las represalias argelinas —el país es el segundo suministrador de gas a España—, Sánchez se encomienda a Bruselas para cerrar un frente común y prepararse para una larga batalla jurídica con la que intimidar al Ejecutivo de Abdelmayid Tebune. Pero el respaldo comunitario no le exime, por ahora, de asumir un alto coste político en el teatro doméstico.
La posición del titular de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, es cada vez más delicada. Sin embargo, el respaldo de Bruselas a la posición española en el conflicto, que obligó a recular el viernes a Argel le ha proporcionado un balón de oxígeno. La postura oficial en el Gobierno hacia el jefe de la diplomacia es de «absoluto respaldo», pero esa misma frase ya fue la consigna utilizada durante la crisis con Marruecos para arropar a su predecesora, Arancha González Laya, que acabó saliendo del Gobierno en la profunda remodelación que emprendió Sánchez en julio del año pasado.
«El presidente entregó su cabeza a Mohamed VI», lo describió abiertamente hace apenas un mes el ex vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, perfectamente conocedor de lo que se cocía aquellos días en el Consejo de Ministros.
El pasado jueves, Albares despachó rápidamente un seminario con periodistas para informar de la cumbre de la Otan que se celebrará en Madrid a finales de junio. No mostraba signos de tensión, pero llegó tarde a la cita y se marchó aún más pronto. Por la tarde canceló un compromiso adquirido con Estados Unidos para acudir como representante de España a Los Ángeles, donde se celebra la Cumbre de las Américas. Y el viernes viajó de urgencia a Bruselas para reunirse con el comisario de Comercio comunitario, Valdis Dombrovskis, a fin de buscar un respaldo claro de la UE.
Unidas Podemos no duda de que el detonante de la crisis con Argelia es el giro del presidente en la cuestión saharaui. Un volantazo que sigue produciendo «estupor» en el ala morada del Ejecutivo. Tampoco tiemblan al señalar al mismo culpable desde el PP, cuyo presidente, Alberto Núñez Feijóo, ha rogado a Argelia que diferencie entre «Sánchez y el pueblo español».
Esta sensación también ha calado en la prensa oficialista argelina. Esta carga las tintas contra el presidente español, que suscita una fuerte animadversión desde su alineamiento con Marruecos. «El consiguiente cierre del gasoducto Medgaz se produciría en un contexto muy delicado para los países europeos», advertía este viernes el periódico ‘Algérie Patriotique’. El rotativo lanzaba una sugerencia que se podría leer con la voz de Tebune. «Invitamos al rey Felipe, al Parlamento y a la oposición a empujar a ese temerario socialista hacia la puerta de salida antes de que todo el país quede sumido en la oscuridad».
El contrato gasístico constituye la piedra de toque de toda esta crisis y el as que conserva Argelia en la manga, sabedora de que no le faltarán clientes cuando varios países europeos buscan reducir su dependencia del gas ruso (Italia, por ejemplo, compra al régimen de Putin el 40% del que consume). Por el momento, el suministro argelino a la península se mantiene estable, dado que depende de compromisos ya adquiridos con empresas energéticas españolas.
Pese al compromiso argelino de no bloquearlo, no está tan claro que en la renegociación de los acuerdos de compra a más largo plazo no eleve los precios hasta un nivel inaceptable, como ya amenazó Toufic Harrak, el presidente de Sonatrach, la principal empresa argelina de hidrocarburos. Harrak insinuó que sería a España a la que más subiría el coste. En estos momentos Naturgy negocia la renovación de su contrato hasta 2024. Su presidente, Francisco Reynés, avisó en abril que este no iba a ser más barato.