Diario de León

Juan Manuel Moreno «hace historia» e inicia la reconquista de España para Feijóo

Los populares consiguen 58 diputados, le quita tres escaños al PSOE y no nocesitará a Vox para gobernar

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Andalucía ha consumado su vuelco histórico. Una profunda transformación sociopolítica que cierra el ciclo abierto en la Transición en el fortín del PSOE al otorgar al PP de Juanma Moreno una inédita y arrolladora mayoría absoluta que le permitirá no solo seguir gobernando otros cuatro años la comunidad más poblada del país. La victoria del candidato a la reelección ha resultado tan apabullante -58 escaños- como para condenar a la izquierda a la travesía del desierto, desembarazarse del incordio de un Vox muy debajo de sus expectativas y multiplicar exponencialmente el ‘efecto Feijóo’ como alternativa sólida y creíble al Ejecutivo de Pedro Sánchez.

La sacudida provocada por el electorado andaluz va a dejarse sentir en ondas concéntricas en el conjunto de una política española recalentada ya por la perspectiva de la oleada de elecciones municipales y autonómicas y forzada a bregar en un nuevo escenario de estrecheces esconómicas. Sánchez continúa aferrándose a su determinación de agotar la legislatura hasta finales de 2023. Pero se le pone muy cuesta arriba el objetivo de pasar página cuanto antes a un triunfo de los populares construido sobre la moderación acolchada de Moreno como aislante frente a Vox y tres potentes catalizadores: el ruido en la coalición del PSOE con Unidas Podemos, el impacto de la inflación en los bolsillos ciudadanos y los pactos para la gobernabilidad con los independentistas.

Todos los indicadores de la noche justificaron el descorche de euforia en el cuartel general de los populares andaluces y en Génova 13. Por la mayoría absoluta de 57 escaños —tres más de los necesarios—, por el porcentaje de sufragios —el 43%—, por haber recabado nada menos que 800.000 sufragios más que en 2008 y por alzarse como el partido más votado en las ocho provincias, incluida esa Sevilla a cuya magia los socialistas seguían conjurándose para tratar de atenuar un golpe que les deja por los pelos en la barrera moral de los 30 escaños, pero con el conjunto de la izquierda sufriendo un descalabro sin paliativos -casi 300.000 papeletas menos entre todas las marcas- en su antiguo granero electoral.

Esta vez y a diferencia de 2018, cuando se hizo con el palacio de San Telmo gracias al apoyo de un Ciudadanos que ha pasado de 21 escaños a cero en otra jornada de pesadilla hacia dilución total, Moreno ha ganado con todos los galones y a la manera a la que le gusta a Feijóo: con una preponderancia que, como en Galicia, evitará al PP tener que pactar con nadie ni condescender con nadie.

En el primer test en las urnas de su nuevo líder, los populares calcan el modelo gallego y se libran del marcaje de Vox por la vía de acotar el terreno a la extrema derecha no desde el discurso desacomplejado de Isabel Díaz Ayuso, sino desde la templanza y el centrismo. La victoria incontestable de Moreno, sumada al patinazo de la candidatura ‘paracaidista’ de Macarena Olona, tiene una lectura de alcance para la política española. Es la primera vez -en Madrid operaron otros matices- que el banderín de enganche electoral de la Moncloa y el conjunto de la izquierda proclamando ‘que viene la ultraderecha’ se vuelve como un bumerán contra sus promotores. En estas elecciones, el PP de Moreno y Feijóo ha logrado activar a su favor una bolsa de electores a derecha, pero también en el progresismo, que ha preferido apuntalar al centro-derecha sin estridencias y sin discursos dudosos en terrenos delicados como la violencia machista para refrenar a Abascal y los suyos. Así, los populares han acabado tendiendo unas redes pelágicas que han pescado en caladeros -Cádiz, por ejemplo- alejados de su imaginario tradicional.

El descalabro del ‘ecosistema rojo’ antes tan arraigado en Andalucía se proyecta sobre Sánchez -este 19-J acredita que el liderazgo socialista en la Moncloa no está ejerciendo un efecto benéfico sobre las ambiciones de los barones territoriales-, pero también sobre la izquierda a la izquierda del PSOE y, singularmente, sobre la plataforma aún por nacer de Yolanda Díaz. La vicepresidenta ve anticipado su ‘proceso de escucha’ con la voz de los andaluces que han restado diez escaños de los 17 que atesoraban antes de escindirse Por Andalucía y Adelante Andalucía, dejando a los primeros -Podemos, IU y Más País- en unos irrelevantes cinco asientos. Este revés, unido a la evaporación de Cs y al frenazo de Vox, aligera el mapa de Andalucía fragmentado por la ‘nueva política’ hoy en franco retroceso y consolida un bipartidismo desequilibrado entre un PP bajo la efervescencia sin alharacas de Feijóo y un PSOE con la resistencia ‘sanchista’ en horas bajas.

Y es que la derrota se daba por descontada. Que sería de semajante calibre, solo formaba parte de las peores pesadillas del PSOE. Los socialistas perforaron hoy su suelo histórico, alcanzado por Susana Díaz en 2018 y se desplomaron hasta los 30 escaños y 881.478 votos después de cuatro décadas consecutivas como primera fuerza en Andalucía. El golpe psicológico para toda la formación es formidable. La federación andaluza ha sido siempre el principal granero de votos de los socialistas, el pilar sobre el que ha cimentado sus victorias en las generales y ahora ha cambiado de manos. En el entorno de Pedro Sánchez llevaban ya varios días tratando de quitar hierro a lo que pudiera ocurrir este domingo y desdeñando cualquier la lectura nacional que apuntara a un cambio de ciclo, después de que el mapa se tiñera de rojo en las autonómicas de 2019 y el PSOE se situara como primera fuerza en las dos generales de ese mismo año. Pero el golpe es indudable y demasiado severo como para soslayarlo sin más.

Los socialistas ni siquiera lograron retener su gran bastión, el fortín que aspiraban a preservar a toda costa: Sevilla. La frase

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