Diario de León

Interior sella el histórico final de la dispersión de los presos de ETA

Los últimos cinco traslados de reos al País Vasco rematan la política puesta en marcha en los 80

El líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ayer, en San Sebastián. JUAN HERRERO

El líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ayer, en San Sebastián. JUAN HERRERO

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Se cierra el círculo. La política de dispersión de los presos de ETA vigente durante más de tres décadas ya es historia. Instituciones Penitenciarias anunció ayer el próximo traslado al País Vasco de cinco de los seis internos de la organización que seguían cumpliendo condena en otras partes de España. La única que continúa en una cárcel fuera de Euskadi es Jaione Jauregi, pero porque fue extraditada por Bélgica y está en Alcalá Meco a la espera de juicio por tres causas de los años ochenta.

Los centros de Basauri, Zaballa, Martutene y Pamplona acogen ya a cerca de 130 miembros de la banda terrorista, otra quincena cumple condena en casa y una docena está en Francia. Arnaldo Otegi mostró su «alegría» y aseguró que queda «camino por recorrer». La AVT expresó, por el contrario, el «inmenso dolor» de las víctimas.

El punto final a una estrategia que se convirtió en uno de los ejes centrales de la política antiterrorista durante décadas llegó ayer con el traslado de cinco etarras con perfiles muy distintos. Sólo dos tienen delitos de sangre: Irantzu Gallastegi y Gregorio Escudero. La primera fue condenada por el asesinato del concejal popular Miguel Ángel Blanco, el dirigente del PSE Fernando Múgica Herzog y el edil del PP José Ignacio Iruretagoyena. Es, además, la pareja sentimental de Francisco Javier García Gaztelu, ‘Txapote’.

El segundo etarra fue también condenado por el atentado mortal contra Iruretagoyena y se le responsabilizó del crimen del edil socialista de Orio Juan Priede. Los otros tres dirigentes de la banda son Asier Borrero Toribio, Faustino Álvarez y Garikoitz Etxeberria, este último rompió con el colectivo oficial de presos en abril del año pasado.

La política de dispersión se puso en marcha a finales de los ochenta para intentar debilitar el control que mantenía la dirección de ETA sobre el conjunto de presos. En esa época la cifra de miembros de la banda en prisión superaba el medio millar e incluso llegó a superar los 700 reclusos.

Su éxito, en ese sentido, fue relativo. La ortodoxia se mantuvo de forma generalizada en las prisiones, y el número de etarras que decidió romper con el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) fue mínimo. A lo largo de los 90, los miembros de la banda se repartieron por toda la geografía española. A los que contaban con perfiles más duros se les llevaba a centros de Andalucía e, incluso, Canarias.

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa en 2018 abrió un incesante goteo de traslados. En ese momento, apenas había media docena de etarras en Euskadi y Navarra.

Las declaraciones del consejero de Economía y Hacienda del Gobierno vasco, Pedro Azpiazu, centraron la polémica del día al asegurar que «el terrorismo fue un auténtico drama humano, pero estoy convencido de que no tuvo incidencia alguna en la economía vasca».

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