El rey emérito opta por un perfil discreto para no alentar polémicas
Centrará su estancia en Sangenjo en salir a navegar en el ‘Bribón’, tras la reconvención de su hijo
Juan Carlos I lleva ya un día de vuelta a España. A las 13.38 horas de este miércoles el jet privado en el que volaba desde Londres aterrizó en el aeropuerto de Vigo donde le esperaba a pie de pista su íntimo amigo Pedro Campos para poner rumbo a la casa que el empresario y presidente del Real Club Náutico de Sangenjo posee a pocos kilómetros de la localidad gallega, en Nanín, y que tantas veces le ha servido de refugio. A su llegada, apenas 45 minutos después, el rey emérito saludaba con gesto serio desde el asiento del copiloto a las decenas de periodistas y a los pocos vecinos que lo esperaban antes de entrar en el recinto privado.
En esta ocasión, no se paró ni bajó la ventanilla para hablar con los medios apostados a la puerta evitando así cualquier respuesta que pudiera comprometerle. Tampoco se han radiado sus movimientos en los tres días que permanecerá en Galicia, lo que deja entrever su intención de que la visita, a diferencia de la que hizo once meses atrás, sea más discreta y no se convierta de nuevo en debate nacional.
La actitud del anterior monarca hasta el domingo determinará si cumple con la palabra dada en su carta en marzo de 2022 y tras el «tiempo amplio de conversación» que mantuvo con Felipe VI. En esa charla, de poco más de cuatro horas durante su anterior viaje, el jefe del Estado hizo ver a su predecesor cómo sus esfuerzos por recomponer la imagen de la Corona, tan dañada después de hacerse públicas las irregularidades fiscales y la fortuna oculta de don Juan Carlos, habían quedado superados por la proyección pública de aquellos días en la localidad pontevedresa.
El mensaje de Felipe VI
Tras el malestar existente por la visita, que no esperaban como pronto hasta junio y de la que se enteró por la prensa, la Zarzuela decidió no alterar la agenda del rey, que viajó ayer hasta Ronda para reunirse con las cinco reales maestranzas de Caballería. En la localidad malagueña, Felipe VI se dio un baño de masas y dirigió unas palabras —cuanto menos significativas— a los maestrantes, pese a que en un principio no estaba previsto que hablase.
«Habéis sido ejemplo de lealtad a la Corona y de servicio a España, mostrando una gran capacidad de adaptación ante las distintas etapas históricas», les dijo el jefe del Estado casi al mismo tiempo que su progenitor pisaba de nuevo suelo español.
Hasta el domingo, la actividad de Juan Carlos de Borbón se centrará en salir al mar para entrenar junto al resto de la tripulación del ‘Bribón’, adaptado a sus problemas de movilidad, y, el fin de semana participar en la competición de las pruebas válidas para el Campeonato de España de 6M, que podrían llevar el velero hasta la isla de Wigth, en Reino Unido, donde tendrá lugar a finales de verano el Campeonato del Mundo. Cuatro días en Sangenjo entre amigos y en el mar, en una población que siempre le ha demostrado afecto.
«Aquí es uno más», relataba una de las vecinas que esperaban al monarca en los alrededores de la casa de Campos. «Es un atractivo para el pueblo», defendía otra.
Antes de llegar a Galicia, el rey Juan Carlos estuvo unos días en Londres, donde se le pudo ver a las puertas del club privado Oswald’s, uno de los establecimientos más exclusivos de la capital británica y al que es muy asiduo el príncipe Guillermo, la reina Camilla o Boris Johnson y su esposa Carrie. Allí cenó el lunes con un grupo de amigos, y un día después acudió al estadio de Stamford Bridge para ver el partido entre el Real Madrid y el Chelsea que se enfrentaban por su pase a las semifinales de la Champions.
Aunque el entorno del emérito dio a conocer la semana pasada que tenía previsto mantener un almuerzo privado con Carlos III, la Casa Real británica desmintió ayer que éste se hubiese producido. La última vez que ambos monarcas se reencontraron fue en septiembre durante el funeral de Estado de Isabel II en la Abadía de Wedminster. Juan Carlos I abandonó por unas horas su autoexilio en Abu Dabi para participar en las exequias de la Reina de Inglaterra con quien además de mantener una estrecha relación le unían lazos familiares al compartir tatarabuelos.