Diario de León

La herida en los feminismos abierta por una ley frustrada

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Catorce portavoces y una ministra. Once mujeres en la tribuna del Congreso para explicar el sentido del voto de sus partidos sobre la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’, la que deja abierta en canal la cohesión entre los socialistas y Unidas Podemos en el Gobierno y la que ha agudizado, hasta doler, la disputa sobre los derechos de las mujeres y cómo se defienden.

Casi todas vinieron a reivindicarse como feministas, y la que no lo hizo ni las demás se lo reconocerían, la diputada de Vox Carla Toscano, se afanó en presentar a la extrema derecha como genuina protectora de las de su sexo encarándose con la ministra Irene Montero

— «¿Qué va a hacer una mujer trans con una compresa?», pero también con el PP

— «Déjennos defender los valores que ustedes han abandonado».

El pulso entre las derechas afloró así, también, en un debate avinagrado para el feminismo. Para los feminismos.

Herida fue la palabra del pleno y su metáfora. La herida que se ha exigido históricamente en los tribunales a las víctimas para probar una agresión sexual. La herida a la que hizo referencia la ministra de Justicia, Pilar Llop, para justificar la reforma de la ley y que ha proporcionado, involuntariamente, munición a Igualdad y a Podemos para deducir una vuelta ‘al Código Penal de La Manada’. La herida que no deja huella —lo citaron varias portavoces— por la que el futbolista Dani Alves asegura que no violó a su denunciante, sino que fueron relaciones consentidas. La herida en el corazón del Gobierno «progresista y feminista». La herida en el bloque de la investidura, con el PNV alineado con los socialistas y ERC y Bildu cargando contra ellos por valerse de «los antifeministas» del PP.

¿Hay un feminismo o hablamos de feminismos? ¿Sólo se puede ser feminista desde la izquierda? ¿Cabe únicamente, entre el progresismo, una mirada unívoca sobre lo que sienten, padecen y desean las mujeres? ¿Puede ampararse la conquista de la igualdad en 2023 desde la bancada de la derecha templada? Las preguntas flotaban entre las caras largas ayer en el Gobierno y sus aliados, aunque nadie —ninguna— las formulara como tal en un cruce de intervenciones que se centró en qué pesaba más, si las bondades de la norma o el sangrante agujero que ha rebajado las condenas a un millar de agresores sexuales. En cómo arreglar el desaguisado, que todos —todas— reconocen de una forma u otra ante la terquedad morada. En si se preserva o no el consentimiento en la ley ahora enmendada. Y en cómo salvar un pleno en el que sufrió, singularmente, la socialista Andrea Fernández.

«El día más difícil»

La responsable de Igualdad del PSOE hizo encaje de bolillos para presentar a su partido como el gran valedor de la «única propuesta de reforma solvente» tratando de no ahondar la brecha —la herida— con Podemos y de distanciarse del PP. El aplauso en pie al finalizar su alocución reflejó hasta qué punto la de este 20 de abril fue una jornada complicada para el PSOE y para las mujeres del PSOE. «El más difícil que he vivido en este ministerio y para todas las feministas», se permitió extenderlo Montero, vestida de elocuente violeta como su compañera de pelea y de escaño, la líder de Podemos, Ione Belarra.

Fernández tuvo un gesto de sororidad hacia las diputadas del PP con las que ha trabajado el contenido de la reforma, pero ahí se quedó el agradecimiento a los populares por un aval que éstos vendieron con un caro discurso. «Lo hemos hecho por ellas y lo volveremos a hacer», concluyó una aguerrida Cuca Gamarra. Pero fue casi un pellizco de monja comparándolo con cómo se las tuvieron Ana Oramas, la veterana diputada de Coalición Canaria, y Montero. «No tienen vergüenza, han dañado a las mujeres. Corrijan y pidan perdón», espetó Oramas. «Llámeme sinvergüenza las veces que quiera, que yo aguantaré el tipo. Pero infórmese antes», le replicó la señalada.

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