Diario de León

El rey emérito no se sale del guion marcado: como «uno más» en Sangenjo

Juan Carlos I mantiene perfil bajo y se prepara con la tripulación del ‘Bribón’ para las regatas

El rey emérito se baja con ayuda del ‘Bribón’ después de navegar ayer por la tarde por la ría de Sangenjo. LAVANDEIRA

El rey emérito se baja con ayuda del ‘Bribón’ después de navegar ayer por la tarde por la ría de Sangenjo. LAVANDEIRA

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Juan Carlos I está cumpliendo con el compromiso que adquirió con su hijo en su última visita a España hace once meses. Desde que el miércoles al mediodía pisara de nuevo suelo español el rey emérito ha tratado en todo momento de evitar el ruido y no llamar la atención. No se esconde pero tampoco se exhibe porque su intención es normalizar sus visitas. Y cuanto antes mejor. Los únicos desplazamientos que ha hecho por ahora, y que seguirán hasta el domingo, son entre la casa de su anfitrión Pedro Campos en Nanín, a dos kilómetros de Sangenjo, y las instalaciones del club náutico para embarcarse en el ‘Bribón’. A sus 85 años, la vela sigue siendo su debilidad. Y tras varios años en dique seco en Abu Dabi, el ‘Jefe’ como le dicen sus compañeros de regatas quiere echarse a la mar siempre que pueda.

Su ilusión, según fuentes de su entorno, es defender el título de campeón del mundo de vela de la clase 6M el próximo mes de septiembre, que se disputará en la isla de Wight, en Reino Unido. Para ello quiere entrenar estos días con la tripulación del ‘Bribón’ y participar el fin de semana en la competición de las pruebas válidas para el Campeonato de España. «La ría de Pontevedra es la mejor para hacer el deporte que más le gusta al monarca», recordaba el miércoles el alcalde de Sangenjo, Telmo Martín.

El regidor gallego desconocía cuáles eran los planes de don Juan Carlos, que se ha cuidado mucho esta vez de que se radien sus pasos. Su círculo más íntimo guarda silencio sepulcral y cuando se les pregunta por él despachan a los medios con amabilidad.

El monarca se siente como en casa en esta localidad pontevedresa que siempre se ha volcado con él, que acogió sus últimas horas en España en 2020 antes de marcharse a Abu Dabi y que puso su nombre al puerto deportivo. Para sus vecinos, Juan Carlos de Borbón «es uno más» y están, en su mayoría, encantados con la promoción que hace de Sangenjo porque, como explica Joaquín, el dueño de uno de los bares cercanos al club náutico, «nos sitúa en el mapa».

Tras una Semana Santa «muy buena», de las de antes de la pandemia, el único bullicio estos días es el de los fotógrafos y periodistas que deambulan buscando un lugar donde hacer guardia por si al padre de Felipe VI le da de repente por aparecer. A diferencia del año pasado, en plena temporada alta y con cerca de 200 medios acreditados, la tranquilidad de este pueblo costero apenas se ha visto alterada. Tampoco por los escasos grupos de turistas, en su mayoría jubilados, que disfrutan del tiempo, que acompaña, y la gastronomía. «Se nota que aquí don Juan Carlos es bien recibido», afirma Luis, un malagueño que ha hecho parada en Sanxenxo antes de ir a Santiago de Compostela.

«Se ha portado un poco mal»

Hay quien no entiende que el que fuera jefe del Estado durante cuatro décadas no pueda volver a su país más a menudo para disfrutar de sus amigos y de las regatas. «Ha sido un gran rey y ha hecho mucho por nosotros», asegura Marcos, un repartidor de la zona. Para Santi, camarero en un bar del paseo marítimo, el monarca «se ha portado un poco mal», pero cree que si pidiera disculpas «quedaría por todo lo alto». Pero no parece que eso vaya a suceder. Ya lo dejó claro en mayo del año pasado a preguntas de una periodista. «Explicaciones ¿de qué?», le dijo el monarca entre risas.

En esta ocasión, Juan Carlos I se ha cuidado de enfrentarse a preguntas incómodas y se resguarda en sus apariciones tras los cristales del coche de Campos. El miércoles se limitó a saludar desde el asiento del copiloto a su entrada y a su salida del club náutico tras pasar unas horas en aguas de la ría de Pontevedra antes de volver a su refugio en Nanín para descansar el resto de la jornada y reencontrarse con amigos. Una visita como quería Zarzuela, discreta, sin alharacas y que le permita asegurarse futuros viajes.

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