Diario de León

Pedro Sánchez da por hecho que seguirá en el Gobierno pese a depender de Carles Puigdemont

El jefe del Ejecutivo en funciones apuesta por dejar enfriar los resultados unas semanas antes de abrir negociaciones: «Hay una España plural, que no es monolítica», dice

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Pedro Sánchez no tiene dudas. A pesar de lo endiablado del resultado electoral de este domingo, el jefe del Ejecutivo en funciones está convencido de que podrá volver a formar Gobierno. Así se lo trasladó este lunes a la dirección del PSOE, que lo recibió casi como a un héroe. Para mantenerse, como prevé, en la Moncloa, Sánchez tendrá que contar no solo con Yolanda Díaz y el apoyo de todos los partidos que ya facilitaron su investidura en 2019 (PNV, EH-Bildu, ERC y el BNG) sino, al menos, con la abstención de la formación de Carles Puigdemont, que ya ha puesto un precio a su voto: amnistía y referéndum. Sólo así podrá superar los 171 noes de ‘a priori’ sumarían el PP, Vox, UPN y Coalición Canaria. «Estoy seguro de que esta democracia encontrará la fórmula de la gobernabilidad», defendió ante los suyos sin concretar más.

Sumar ya se ha puesto manos a la obra para tratar de aproximar posiciones con Junts y aprieta para cerrar cuanto antes un acuerdo de coalición con los socialistas. Pero Sánchez dejó claro que no tiene intención de correr. Y ni siquiera se refirió en su primera intervención interna tras los comicios a la formación liderada por el expresidente de la Generalitat, huido de la justicia. Cree que hay que dejar que todos los partidos, «del PP a Junts», vayan digiriendo los resultados. Todo apunta, así, a que dejará pasar unas semanas antes de iniciar negociaciones. «Que la gente descanse y disfrute de las vacaciones», dijo casi a modo de concesión graciosa.

En su ánimo está, entre otras cosas, dejar que el PP se «cueza en su salsa». Los socialistas entienden que Alberto Núñez Feijóo se presentará a la investidura pero especulan con la idea de que no logre resistir al frente de su formación, después de una victoria insuficiente que lo dejó muy lejos de sus propias expectativas (136 escaños frente a los 160 con los que llegaron a soñar en la dirección popular) y sin aliados evidentes para alcanzar los 176 diputados de la necesaria mayoría absoluta. Los gritos de «¡Ayuso, Ayuso!» lanzados por los simpatizantes del partido congregados el domingo por la noche en la calle Génova son, a su juicio, una señal. «La última vez que se gritó eso en Génova hubo alguien que salió por la ventana», ironizan en alusión al expresidente del PP Pablo Casado.

Por lo pronto, Sánchez descarta una reunión inmediata con el líder de la oposición. Si se produce, dicen fuentes internas, será ya en septiembre, pero la abstención que probablemente solicitará Feijóo como líder de la fuerza más votada (con una diferencia de poco más de 330.000 votos respecto al PSOE) está fuera de discusión. Ni se lo plantean en Ferraz ni se los plantean esos barones socialistas a los que el líder del PP apeló en algún momento durante la campaña. Menos aún después de haber visto cómo la norma que reclama para sí el popular no fue de aplicación ni en Extremadura, ni en Canarias ni en ayuntamientos como los de Valladolid, Burgos y Toledo, donde el PSOE ganó el 28-M.

«Gran oportunidad»

El presidente en funciones pretende emerger como solución a un problema de inestabilidad institucional, pero primero necesita que los ciudadanos vean claramente que ese problema lo encarna Feijóo, porque no se trata solo de que otros partidos, como apuntan en Ferraz, asimilen los resultados del 23-J, también los ciudadanos y los votantes progresistas tienen que acabar concluyendo, como pretende Sánchez, que algún tipo de entendimiento con Junts es deseable aunque sea como mal menor.

Que primero se vea a Feijóo fracasar en el intento de ser investido puede allanar el terreno a un discurso en el que, no obstante, ya trabajan en el PSOE: «Hay una España plural, que no es monolítica y eso es lo que refleja el Congreso». El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que se echó la campaña a las espaldas y llegó a celebrar más mítines y entrevistas que el propio Sánchez, defendió este lunes incluso en La Sexta que un acuerdo de gobernabilidad que incLuya a los de Puigdemont puede ser una «gran oportunidad» para «avanzar y conformar un modelo de la integración de la diversidad». Los socialistas reivindican que tras estos cinco años de Sánchez como jefe del Ejecutivo —con indultos, derogación del delito de sedición y acercamiento de presos de ETA a las cárceles vascas—, el independentismo ha visto muy reducida su representación en la Cámara baja (el catalán, no así el vasco). El PSC se ha convertido en la primera fuerza de Cataluña y los votos logrados en esa comunidad autónoma, en Euskadi y en Navarra han servido en buena medida para acortar de manera sustancial la distancia que, según todos los sondeos, separaba al PSOE del PP. Finalmente, la brecha ha sido solo de poco más de un punto (del 31,7% al 33,05%) y 14 escaños (de 122 a 136). Su interpretación es que se logra más con «diálogo» que con «confrontación». No todos ven el asunto tan sencillo como Zapatero. El expresidente de Extremadura y miembro de la dirección socialista, Guillermo Fernández, evitó este lunes de hecho mojarse ante la pregunta de si descarta una repetición electoral. Hay otros líderes territoriales como Javier Lambán, que también perdió la presidencia de Aragón en las pasadas elecciones, o Emiliano García-Page, que se alzó con la mayoría absoluta en Castilla-La Mancha, que se han mostrado en el pasado muy reacios a los pactos con los secesionistas. De momento, sin embargo, guardan silencio. Ahora el PSOE está en paladear una derrota con sabor a victoria y en presentarla como una gesta. «España ha dicho no a la involución y al retroceso y el PSOE es una referencia en Europa y el mundo», presumió Sánchez.

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