Podemos afronta una quiebra económica tras su batacazo
El anuncio de Podemos de que se acogerá a la herramienta de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectará a más de la mitad de su plantilla y obligará a cerrar nueve de sus sedes territoriales vuelve a poner de manifiesto la dificultad de los partidos políticos para sobrevivir a los reveses electorales, más aún cuando conllevan una reducción de sus subvenciones públicas.
PSOE, PP y IU también han sufrido las vicisitudes de sus descalabros en el pasado. Izquierda Unida se vio obligada a vender su sede al Ayuntamiento de Madrid en 2020, y aún así su deuda sumaba después más de seis millones de euros. Los datos ofrecidos por la dirección de Podemos hablan por sí solos. Tras los pésimos resultados en las municipales y autonómicas de mayo y las generales de julio la formación morada ha sufrido una caída de ingresos del 70% a nivel estatal y del 90% en el ámbito territorial. La necesidad de la formación morada de acudir a un ERE es doblemente dura de puertas hacia dentro y llamativo hacia fuera. El partido morado siempre ha defendido la vulnerabilidad de los trabajadores frente a la patronal, pero ahora se ve impelido a adoptar medidas drásticas, mientras sus adversarios recuerdan sus acusaciones contra los empresarios. A favor de Podemos juega el haber renunciado desde sus inicios a los préstamos bancarios. Su primera campaña electoral, la de las europeas de 2014, se hizo sin recursos y con Pablo Iglesias subido en los mítines a una mesa en lugar de lo alto de un escenario, como recuerda un exdirigente del partido y miembro del equipo fundador. En aquellos comicios, Iglesias y los suyos dieron la campanada al obtener cinco eurodiputados y más de 1,25 millones de votos, un resultado que les abrió la puerta a las suculentas subvenciones electorales y les permitió despegar, aunque aún con una pequeña plantilla formada principalmente por un puñado de jóvenes universitarios movidos por el impulso del 11-M.
Ahora, atrás quedan los tiempos en los que Iglesias, Errejón y Carolina Bescana se permitían publicar un vídeo en el que los fundadores del partido presumían en torno a una mesa de coger los teléfonos en persona para las donaciones de sus simpatizantes. Ninguno de los tres forma parte ya de la dirección de un partido en serio peligro de caer en la ruina.