Diario de León

El PSOE se entrampa con la amnistía entre el acoso del PP y el referéndum de Cataluña

López apela a la esperanza, Feijóo ve el pleno «más triste desde el 23-F» y el secesionismo celebra un «tú a tú» de naciones

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El Congreso aprobó este martes por la noche el primer paso en la tramitación de la ley de amnistía partido en dos —178 votos a favor, 172 en contra— entre la mayoría que integran el Gobierno y el bloque soberanista que ha permitido la reelección de Pedro Sánchez y la oposición de derechas. El agrio debate constató que las posiciones en torno a la proposición legislativa registrada hace un mes por los socialistas tras su controvertido pacto con Junts son irreconciliables —Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo discrepan hasta cómo celebrar su reunión pendiente—, en un hemiciclo que iustró la ferocidad de la batalla política que se va a dirimir en la legislatura recién estrenada. Pero hubo matices y pugnas, no menores, entre los dos bandos, que desembocaron en la estampa de un PSOE atrapado en la espinosa defensa del borrado de las causas del ‘procés’ que descartaba por inconstitucional antes de depender de los siete escaños de Carles Puigdemont, que genera un acusado rechazo político, social y judicial y que divide al electorado socialista.

Un PSOE al que Feijóo va a tratar de arrinconar por tierra, mar y aire —en las Cortes, en los tribunales, en Europa y en la calle— y al que presionan sus socios independentistas, con Junts dando la razón a la oposición al interpretar que la amnistía abre la puerta a «la negociación de dos naciones, España y Cataluña, de tú a tú». El de este martes en la Cámara baja, augurando un tránsito acre de la ley hasta que se apruebe y un posible aluvión de cuestiones y recursos de inconstitucionalidad después, resultó un debate desigual. Y no solo porque Feijóo asumiera la representación de los suyos ante el escaño vacío de un Sánchez que despachaba a esas horas con el rey de Jordania y que volvió a cargar sobre los hombros de Patxi López -el exlehendakari que lo fue gracias al aval del PP y contra el nacionalismo excluyente- la ardua tarea de justificar lo que descartaban por ilegal antes del endemoniado escrutinio del 23-J.

Fue dispar, también, porque mientras los socialistas y Sumar se esforzaban en presentar la norma como una vía para «la esperanza» de resolver el pleito del independentismo catalán con la España constitucional -López llegó a emparentar sus efectos supuestamente benéficos con «la llamada de ilusión por el encuentro» que encarnó el perdón de 1977-, sus contrincantes y parte de sus aliados enfatizaron el carácter excepcional, y nada pacífico, de lo que está en juego con el pase página del ‘procés’. «Esta es la sesión más triste y decadente desde el 23-F», proclamó Feijóo ante el portavoz socialista, que se revolvió asegurando que ese hito lo marcó la moción de censura para tener que «echar al Gobierno más corrupto de este país», en alusión al desalojo de Mariano Rajoy que dio inicio a la ‘era Sánchez’.

Pero fueron los soberanistas quienes quisieron remarcar también la trascendencia, para sus intereses, del debate «más importante en la próxima década», en palabras del diputado de EH Bildu, Jon Iñarritu. Donde Sánchez y los suyos dicen buscar cómo «cambiar el guion» para sepultar «la judicialización de la política» y consolidar la concordia —«Jugaron con el miedo en Cataluña y contra Cataluña», imputó López al PP—, los secesionistas ven una ventana de oportunidad para consumar por otras vías el desafío autodeterminista.

El discurrir del pleno, remachado con el choque por las comisiones aceptadas por el PSOE sobre el ‘lawfare’, la ‘guerra legal’ que denuncia que separatismo, evidenció lo difícil que está resultando para el Gobierno que escampe una tormenta con múltiples aguaceros —Feijóo promoverá una investigación en el Congreso sobre la negociación bajo verificador en Ginebra con Puigdemont— y la falta de un relato coherente. López espetó a Feijóo que tampoco el PP llevaba en su programa los pactos con Vox; le afeó que tenga de socios a quienes vaticinan que Sánchez acabará «colgado de los pies»; y les definió, a él y los suyos, como «anunciadores del apocalipsis» .

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