Sánchez se anticipa a neutralizar el impacto de un triunfo de Bildu en los comicios vascos
La promesa de otra coalición con el PNV aplaca los ataques del PP y el debate por el debilitamiento territorial del PSOE
No hay ningún riesgo de desestabilización para el Gobierno. Pedro Sánchez asume que, a diferencia de lo que puede suceder tras las catalanas del 12 de mayo con Junts o ERC, tanto el PNV como EH Bildu seguirán dándole apoyo en el Congreso con independencia del resultado de las elecciones que el País Vasco celebra el próximo día 21. Los socialistas tienen razones para descartar ‘represalias’ de la izquierda abertzale si no permiten que Pello Otxandiano, su modoso candidato, se alce con la lehendakaritza pese a desbancar, como podría ocurrir, al PNV de la primera posición. La formación liderada por Arnaldo Otegi no tiene prisa por tocar poder. «Paciencia estratégica» es su consigna.
La tranquilidad de no recibir presiones por un flanco tan sensible permitió al jefe del Ejecutivo anticipar una vez más con rotundidad, el pasado martes, que pase lo que pase su partido, llave para el triunfo de una u otra investidura, reeditará tras las elecciones su alianza con el PNV, con quien gobierna en coalición. Es un mensaje de doble faz con el que puede, por un lado, neutralizar parcialmente las críticas del PP por sus lazos con el independentismo y, por el otro, adormecer el debate abierto en el PSOE tras el éxito (insuficiente) del BNG en las elecciones gallegas del 18 de febrero y el descalabro del PsdG; el de si Sánchez se mantiene en el poder a costa de forjar alianzas que están debilitando la estructura territorial del partido. De momento, la idea funciona.
Las aguas están tranquilas, a pesar de que Eneko Andueza no termina de despegar en las encuestas. A lo más a lo que puede aspirar el PSE hoy es a consolidar su actual posición de partido bisagra, pero sus aspiraciones de volver a ser algún día alternativa de Gobierno —algo que consiguió en 2009 con el apoyo del PP— han sido engullidas por el crecimiento de EH Bildu que, coinciden en todo el arco político, Sánchez ha contribuido a «blanquear» al darle estatus de socio parlamentario homologado. Ni siquiera está claro que los socialistas vascos vayan a ser capaces de subir al menos un escaño, y pasar de diez a once, como presumían hace unas semanas. Nadie en el PSOE parece conceder excesivo interés a lo que suceda en el País Vasco. «Todos los focos están puestos en las catalanas y europeas. Las vascas pueden tener lectura nacional solo si el PSOE sube o baja y el PP sube o baja más que el PSOE, pero todavía hay muchas incógnitas», apunta un dirigente territorial. «No es que un escenario de debilidad del PSE con Bildu convertida en referente para los votantes de izquierdas no sea preocupante, pero de alguna manera el resultado se da por descontado», apunta otro. Primavera electoral El insignificante papel de los populares, que, no obstante, confían en mejorar con Javier de Andrés como candidato y Alberto Núñez Feijóo como líder nacional el magro resultado logrado en 2020 —seis escaños, de los 75 que tiene la Cámara, frente a los 31 que obtuvo el PNV, los 20 de Bildu, los 10 del PSE, los 6 de Podemos, que ahora puede quedar sin representación, y el de Vox— contribuye a que en el conjunto de España no se perciba la primera cita de esta primavera electoral como determinante, pero hay otro asunto que ayuda a mantenerla en segundo plano y es el hecho de que ni Bildu ni el PNV tengan interés en hacer en este momento campaña con lo identitario.
Son los independentistas catalanes quienes se afanan en desbrozar el camino a un referéndum de autodeterminación que quizá, en la próxima legislatura, sus ‘compadres’ vascos aprovechen. Pero ahora los de Otegi están centrados en ampliar con sigilo su base electoral, algo que están haciendo con éxito entre los menores de 35 años que no tienen recuerdo de lo que fue ETA y que tampoco les está yendo mal entre el electorado progresista de mediana edad. De ahí el empate técnico con un PNV desgastado tras 40 años de Gobierno.
Los nacionalistas vascos, deseosos de movilizar al aletargado electorado no dudan en agitar la desconfianza en la palabra de Sánchez para evitar que, al dar por descontado que podrán seguir gobernando, parte de los suyos se queden en casa. Pero en privado, admiten no tener dudas, porque, en realidad, se creen al PSE.