Diario de León

Puigdemont se presentará a la investidura y exige a Sánchez que le permita gobernar

Redobla la presión sobre ERC, amenaza la estabilidad del Ejecutivo e ironiza con que no ve a Illa apoyándose en el PP

El candidato de Junts, Carles Puigdemont, durante la rueda de prensa de ayer . DAVID BORRAT

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Cristian Reino
Barcelona 

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Si muere políticamente hablando, Carles Puigdemont lo hará matando. Existe una complicada posibilidad de que vuelva a ser presidente de la Generalitat y su intención es agotarla hasta las últimas consecuencia y, de paso, infligir todo el daño posible a ERC, su rival en la familia independentista que ha quedado muy tocado en las elecciones catalanas de este domingo y al que el líder de Junts quiere darle la estocada final. No sin antes recordarle a Pedro Sánchez que Junts sigue teniendo la llave de la gobernabilidad en España.

En una jugada arriesgada, Puigdemont anunció hoy desde su cuartel electoral en Francia que se presentará a la investidura. En realidad, no depende de él. Ya ocurrió en la pasada legislatura. El socialista Salvador Illa ganó las elecciones y se postuló para ser elegido nuevo president, pero la entonces máxima responsable del Parlament, la dirigente de Junts Laura Borràs, le cerró el paso al no propugnarle como aspirante.

Puigdemont asegura que tiene opciones, que no busca hacer teatro y que ya ha iniciado contactos con ERC. «Me veo como presidente», afirmó desde Argelès donde su equipo diseña el camino de vuelta a casa, que ha de producirse en las próximas semanas en cuanto sea amnistiado y se convoque el pleno de investidura. La cuestión espinosa es que si hay dos candidatos, que los habrá porque Illa también se postula, quien presida el nuevo Parlament debe elegir. De ahí que la negociación decisiva en estos momentos sea ya la de la Mesa de la Cámara, que debe constituirse antes del 10 de junio.

A pesar de la victoria clara en votos y escaños del PSC, que obtuvo 42 diputados frente a los 35 de los junteros, Puigdemont cree que tiene «más opciones» para salir elegido en segunda ronda que Salvador Illa. Para ser investido presidente en primera votación hace falta sumar una mayoría absoluta de 68 diputados como mínimo, mientras que en segunda basta con una mayoría simple, más síes que noes. Sus cuentas pasan por sumar con ERC y la CUP. Eso contabilizaría 59 escaños, más de los que podría sumar Illa con los comunes (48) o solo con el PP (57). Pero si el candidato socialista incluyera en la ecuación a los comunes y a los populares —la conjunción de intereses que otorgó a Jaume Collboni el Ayuntamiento de Barcelona— y Vox llegara a abstenerse, las cuentas de Puigdemont ya no saldrían, aunque sería a costa de que Illa se apoyara en la derecha.

El PSC alcanza la mayoría absoluta con En Comú y ERC, pero los republicanos, tras su debacle, han anticipado que se van a la oposición. No obstante, ahí está una de las claves del movimiento de Puigdemont. No solo quiere vestir con algo más de épica su retorno. Además busca presionar al máximo a Esquerra para que no entre en la fórmula progresista con los socialistas y que, si al final lo hace, quede retratada. Una OPA en toda regla a los republicanos: les pide que no pacten con el PSC, que se sumen a una posible entente independentista para formar un Gobierno de «obediencia catalana» y, si sale mal, ya habrá reconstruido los puentes para concurrir juntos en otro frente secesionista para intentar derrotar a Illa en caso de repetición electoral.

La mesa de Ginebra

Pero en todo caso, el expresidente necesitaría que el PSC se abstenga para poder salir investido. Los socialistas se negaron este lunes en rotundo a regalarle el liderazgo. Ni aunque Puigdemont amenace, como hace sibilinamente, con retirar el apoyo al Gobierno y dejarlo caer. Puigdemont exige a Sánchez que le deje gobernar, pese a que el independentismo ha perdido su mayoría y, además, mantener viva la negociación de la mesa de Ginebra, en la que trata de pactar la soberanía fiscal y el referéndum.

Para el líder de Junts, esta negociación debe continuar si Sánchez quiere seguir en la Moncloa y nada tiene que ver que la ciudadanía catalana haya castigado con sus votos el ‘procés’. Puigdemont no quema aún todas las naves puesto que la amnistía no está aún aprobada. La amenaza a Sánchez es velada si acaba configurándose un tripartito, pero es explícita si Illa buscara los votos del PP y los comunes, con la abstención de Vox.

«No me imagino a los socialistas catalanes teniendo el apoyo del PP».

Previsiones

El equipo del expresident prepara su vuelta a España próximamente cuando sea amnistiado

Mayoría necesaria

Para ser investido como president se debe contar con el favor de 68 diputados del Parlament

Irrumple la ultraderecha independentista Alliança

Alianza Catalana (AC) entra por la puerta grande en el Parlament. El partido de ultraderecha a la vez que independentista que lidera Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll (Girona), ha logrado dos representantes en el Parlament en su primera comparecencia a unas elecciones catalanas y tan solo tres años y medio después de su fundación. El partido de Orriols, contra el que firmaron un cordón sanitario PSC, Junts, ERC, Comuns y la CUP durante la campaña electoral, sostiene que existen dos grandes enemigos para Cataluña: el Estado central y los inmigrantes. Es la fórmula que llevó a su cabeza de lista a acceder a la alcaldía de Ripoll, la localidad de Girona donde el imán Abdelbaki Es Satty radicalizó a siete jóvenes marroquíes que ejecutaron los atentados del 17-A en los que murieron 16 personas, además del los yihadistas.

El mensaje de Orriols durante la campaña fue claro: «mantener el Estado del bienestar, perseguir la libertad de Cataluña y defender la civilización occidental».

Aragonès pierde su órdago y se retira de la primera línea política

La política catalana, entrampada desde 2012 en la polarizada dinámica del ‘procés’, continúa siendo una trituradora feroz. El escrutinio de este 12 de mayo ha terminado de rematar a Ciudadanos, ese fenómeno fugaz que ha pasado de lograr una histórica victoria en las autonómicas de 2017 tras ‘los hechos de octubre’ a quedarse como fuerza extraparlamentaria, y se ha cobrado la cabeza del aún presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, protagonista y víctima al tiempo de la debacle —180.000 votos y 13 escaños menos— de Esquerra Republicana. Su forzosa marcha de la primera línea política trunca la carrera de quien era la esperanza renovadora de ERC para asentar sus reales al frente del soberanismo relegando a los postconvergentes de Junts. El ajuste de cuentas (políticas y electorales) entre las dos grandes familias del independentismo ha vuelto a saldarse a favor de los de Carles Puigdemont a la espera de cómo decante sus posiciones una Esquerra que ya ha anticipado que pasa a la oposición, sin anticipar qué votará en las investiduras a las que han confirmado que optarán el president y el socialista Salvador Illa.

No era esta catástrofe la que pensaba tener que gestionar Aragonès cuando pretendió hacer ‘un Sánchez’ el 13 de marzo adelantando de forma fulgurante las elecciones después de que los comunes le tumbaran el proyecto de Presupuestos pactado con el PSC.

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