Sánchez presenta un «plan de regeneración» que indigna a sus socios y a la oposición

Cuando el pasado 29 de abril Pedro Sánchez compareció en las escalinatas del palacio de la Moncloa para anunciar, tras cinco días de reflexión en solitario, que había decidido seguir al frente del Gobierno y «trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad por la regeneración pendiente de nuestra democracia», socios y oposición interpretaron que, de inmediato, lanzaría una ofensiva que afectaría a todas las instituciones del Estado, además de los medios de comunicación. Si tres meses después de aquel episodio alguien seguía creyendo que esa era su intención, la intervención del jefe del Ejecutivo este miércoles ante el pleno del Congreso terminó de sacarle del error.

La propuesta que Sánchez esbozó ante la cámara y que los ministros Félix Bolaños y Ernest Urtasun negociarán desde el jueves con los grupos parlamentarios -solo Vox quedará excluido de la ronda- se reduce casi en exclusiva al desarrollo de un reglamento comunitario que los 27 están obligados a aplicar en su integridad a partir de agosto de 2025. Se trata de la ley europea de libertad de medios de comunicación, que, entre otras cosas, exige a las empresas del sector comunicativo hacer pública y accesible la información sobre su propiedad accionarial y obliga a las administraciones a detallar en un informe anual los recursos públicos que inyectan en ellas y a seguir criterios «transparentes, objetivos, proporcionados y no discriminatorios» para su distribución.

El plan del presidente, aderezado con otras cuestiones como la reforma de la ‘ley mordaza’ en lo relativo a la libertad de expresión (sin más concreción), el endurecimiento de las sanciones a los diputados y senadores que no hagan pública su declaración de bienes, una reforma de la ley electoral para hacer obligatorios los debates entre candidatos y exigir a las casas de encuestas que hagan públicos sus microdatos o una Ley de Administración Abierta, «que amplíe y mejore la cantidad y calidad de información gubernamental», fue recibido con indignación tanto por la oposición como por sus aliados.

feijóo contra la «milonga»

Alberto Núñez Feijóo pronunció este miércoles uno de los discursos más duros y contundentes que se recuerdan desde su llegada a la presidencia del PP contra el presidente del Gobierno, a quien pidió «redactar su tercera carta» y marcharse ya mismo de La Moncloa.

Lo hizo para desmontar el relato con el que Pedro Sánchez acudió al Congreso a presentar un plan de regeneración democrática que el jefe de la oposición calificó de «milonga» para tapar la «corrupción» que acecha al secretario general del PSOE. No fueron muchos los detalles que desgranó Sánchez acerca de la estrategia con la que pretende poner fin a los «bulos» y la «desinformación» -más allá de obligar a los medios a hacer pública su propiedad y detallar cómo se financian-, pero Feijóo señaló de forma tajante que «la única razón» por la que encarga a la Cámara Baja aprobar medidas en este frente es «porque su mujer está siendo investigada en un juzgado».

El dirigente gallego definió al presidente del Gobierno como «el mayor bulo de España» y tildó las medidas de transparencia de la publicidad institucional -Sánchez sí que anuncio que pretende limitar este aspecto- como «el mayor ataque a la libertad de información de la democracia española» y un intento de «controlar» a los medios y «meter la mano» en ellos con «comisarios políticos». «Habla usted de pseudomedios y lo que usted nos trae aquí es una pseudodemocracia», incidió un Feijóo que fue directo a la yugular en sus dos intervenciones. El jefe de la oposición incluso retó al presidente del Gobierno a poner una denuncia si realmente considera falsas todas las informaciones publicadas sobre su mujer los últimos meses. «Según su relato, es falso. ¿Por qué ni usted ni los suyos lo han denunciado ante los tribunales?», le preguntó después de que Sánchez haya reclamado una reforma del derecho al honor y a la rectificación.

Los socios critican al gobierno

Todos los socios habían apuntado, con mayor o menor intensidad, hacia el mismo punto después de que el presidente Sánchez solventara sus cinco días de retiro en abril con el anuncio de su plan de «regeneración» para combatir «la máquina del fango»: que el jefe del Gobierno debía clarificar negro sobre blanco su declarado propósito y hacerlo con arrojo, entendido, en el caso de los soberanistas vascos y catalanes, como la asunción de que el Estado está agujereado desde la Transición.

De ahí que el pleno en el Congreso acabara convirtiéndose en un bumerán contra Sánchez, cuyo inconcreto aterrizaje en medidas específicas -más allá del obligado reglamento europeo sobre la libertad de los medios- provocó una catarata de reproches de sus socios. Con todos aprovechando el debate, de una forma u otra, para cuestionar que la democracia española esté a la altura. Rufián le llegó a preguntar «¿Para qué ha venido hoy aquí?» a tono de crítca a Sánchez.