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La nueva fuga de Puigdemont convierte en un esperpento la investidura de Salvador Illa

El expresident catalán siembra el desconcierto y la incredulidad tras escabullirse después de su reaparición estelar en Barcelona Dos mossos son detenidos por su presunta ayuda

Editorial: La oportunidad de Illa la eclipsa el ridículo

El fugado Carles Puigdemont, ayer, en su aparición. ALBERTO ESTÉVEZ

Publicado por
Melchor Saiz Pardo
Barcelona

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Carles Puigdemont entró en escena dos minutos antes de la hora anunciada. A las 8.58. Esta vez, el expresident catalán cumplió su palabra, su promesa de reaparecer para la sesión de investidura de Salvador Illa. Escoltado por la plana mayor de Junts, del brazo de Josep Rull, presidente del Parlament, hizo su aparición estelar a escasos metros del Arco del Triunfo del paseo de Lluís Companys, cercano al parque de la Ciudadela donde se ubica la cámara catalana. Allí le esperaban 3.500 fieles —según cálculos de la guardia urbana—, portando esteladas, pancartas contra ‘el pacto de la vergüenza’ de PSC y ERC, y también cartulinas con el rostro de Puigdemont. Junto a ellos, un dispositivo de hasta 500 Mossos D’Esquadra, muchos ellos vestidos de paisano, con un mandato claro: detener a Puigdemont y poner así fin a casi siete años de huida. Pero su fuga continua.

El líder de Junts logró escabullirse tras su breve, pero contundente, intervención. Apenas diez minutos permaneció a ojos del mundo, dejando una sensación de desconcierto e incredulidad una vez que se supo que había vuelto a escaparse. La reacción de los Mossos tras la esperpéntica situación no se hizo esperar. Se activó la ‘operación Jaula’, la misma que en agosto de 2017 se puso en marcha tras los atentados yihadistas de Las Ramblas, para tratar de frustrar la huida del expresident catalán, al tiempo que dentro del Parlament corría el rumor de que en cualquier momento podría aparecer en el hemiciclo; de hecho, fue el único diputado que no delegó su voto. Horas después, con toda Barcelona colapsada, se levantó un dispositivo que volvió a activarse a media tarde. Los Mossos acabaron por reconocer en un comunicado que trataron de detener sin éxito a Puigdemont. Asumían su derrota. Ahora se trata de reconstruir los últimos pasos del líder de Junts para saber qué ocurrió, qué falló. La última imagen que se tiene de él es sobre el escenario, cogido del brazo de su abogado, Gonzalo Boye. De la comitiva que le acompañó en su reaparición, tan solo faltaba el secretario general de Junts, Jordi Turull, a quien se citará a declarar por colaborar en la nueva desaparición de Puigdemont. Con él se fue en el Honda blanco que aún busca la policía autonómica. Puigdemont, según fuentes de la investigación, abordó el coche inmediatamente después de bajar del escenario y oculto tras un panel que formaba parte del atrezo del montaje. La pista de ese vehículo, no obstante, se perdió en el extrarradio de Barcelona. El propietario de ese vehículo, un agente de los Mossos, no tardó en ser arrestado por sus compañeros. La policía autonómica catalana sospecha que al menos otro de sus agentes y un bombero de la Generalitat están involucrados en esta nueva fuga del expresident catalán. Al menos dos de ellos fueron los que escoltaron al líder de Junts hasta el atril tocados con gorras azules.

Por lo tanto, creen los investigadores que varios de sus propios compañeros habrían tenido un papel fundamental en este último golpe de efecto teatral de Puigdemont, Ya en la tarde de ayer los Mossos detenían a un segundo agente de la policía catalana por su supuesta participación en el dispositivo para ayudar a huir al expresidente.

Según han informado a EFE fuentes policiales, la Comisaría General de Información ha abierto una investigación por las posibles responsabilidades penales de las personas que han colaborado en la huida de Puigdemont, entre ellas los dos mossos detenidos hasta el momento.

Los Mossos también buscan al secretario general de Junts, Jordi Turull, para citarle a declarar como investigado en relación con su papel en la huida de Puigdemont.

El primer mosso detenido, que ha solicitado un habeas corpus ante un juzgado de Barcelona al considerar su arresto ilegal y arbitrario, es el titular del vehículo de color blanco que Puigdemont ha utilizado para huir de la zona de Arc de Triomf en la que el líder de Junts ha protagonizado un mitin, junto al edificio del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). que no estaba en el guion de nadie, más que en su propia cabeza: una desaparición al puro estilo Houdini, esfumándose delante de los ojos de todos. Eso sí, después de darse el baño de masas que deseaba. Y, sobre todo, después de convertirse en el protagonista absoluto de la jornada de investidura de Salvador Illa, amén de dejar en cuestión a los Mossos d’Esquadra y a los otros cuerpos de seguridad del Estado que tenían la orden de detenerle firmada por el Tribunal Supremo. El presidente ‘cumplió’, sobre el papel, su promesa de volver del extranjero para la histórica sesión de este jueves, pero no se dejó capturar a las puertas de la cámara, como había dejado entender el entorno del huido a los propios Mossos en las conversaciones informales de los últimos días entre ambas partes. Esa creencia de que sería detenido de forma tranquila, sin resistencia, sostienen en los Mossos, es la que les ha llevado a caer en la nueva trampa de Puigdemont. El gran truco empezó tras una intervención de apenas cinco minutos en el acto de «recibimiento institucional» montado por el Consell de la República y al que asistió lo más granado del independentismo de Junts, la CUP, ANC, Òmnium Cultural e, incluso, de ERC. A las 9.04 el expresidente abandonó el escenario saliendo del mismo tras un panel blanco. Al mismo tiempo la comitiva que iba a acompañarle comenzó lo que parecía un paseo hacia el único acceso a la cámara: la puerta del parque de la Ciutadella más pegada a la Estación de Francia.

Todo indicaba que, como estaba previsto, el líder de Junts, tras recibir el calor de los suyos, se iba a dejar apresar de manera tranquila por los agentes que custodiaban esa única puerta. Los funcionarios llegaron a desplegarse por el acceso en lo que parecía la última maniobra para la detención. Pero todo era un señuelo. Para entonces, Carles Puigdemont se había convertido de nuevo en un fantasma.