«Asesinos»: una riada de indignación salpica de insultos y barro a los Reyes, Sánchez y Mazón
Felipe VI y Letizia se mantienen hablando con los vecinos en medio de una gran tensión
Vecinos indignados descargan su malestar contra la comitiva y los ultras, contra Sánchez
Nunca antes había sucedido en una visita de los Reyes. Por primera vez, fueron insultados y rociados de barro en un recorrido para mostrar su solidaridad en una tragedia. Pero ayer, esto ha cambiado.
Los Reyes, Pedro Sánchez y Carlos Mazón llegaron ayer a la arteria principal de Paiporta sobre las 13.00 horas. Más bien lo intentaron porque poco antes de pisar la calle Mestre Palau los vecinos de la localidad se lanzaron en turba sobre ellos, tirándoles barro al grito de «asesinos».
Los escoltas tuvieron que actuar rápidamente y aplicarse, creando un cordón de seguridad en torno a los visitantes reales, a los que trataron de proteger del lodo y los objetos que les lanzaban abriendo paraguas sobre sus cabezas y replegándose ante un ambiente fuertemente marcado por la tensión y la rabia. El Rey hizo un gesto para que no le taparan con un paraguas y terminó con su ropa manchada. El barro llegó directamente a la cara de la Reina, que siguió la visita con las manos y la cara manchadas del lodo que cubren las calles tras la dana más devastadora de un siglo,
Una pala fue directamente dirigida a la espalda del presidente del Gobierno, que rápidamente fue evacuado del lugar por el protocolo de seguridad. Varios de los escoltas de los Reyes acabaron con una brecha en la cabeza.
El Rey se negó a abandonar el lugar en medio de la tensión de sus escoltas, de guardias civiles y policías montados, que trataban de poner orden y crearon un cordón de seguridad. Felipe VI se dirigió a los vecinos, y habló incluso con los más exaltados. La reina Leticia, unos pasos más atrás, se secaba lágrimas mientras algunas mujeres le aseguraban que esto «no es por usted».
«Tres días para que llegue el Ejército, no tenemos ropa, no tenemos comida, no tenemos nada», le dijeron dos mujeres a la Reina, a quien han asegurado que «nos están mintiendo», a lo que ella, visiblemente superada por la situación, les confesó: «Tenéis razón».
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, aguardaba tras el monarca con perfil bajo y cara seria, a ratos visiblemente descompuesto, manchado de barro también, escuchando los cánticos que le pedían su dimisión.
«Traed una pala», «que se manchen», gritaba la torva de personas que trataban de zafarse constantemente del cordón de seguridad para llegar lo más cerca posible.
En menos de dos minutos los vecinos acorralaron a la comitiva formando un círculo a su alrededor y cada vez que el Rey trataba de seguir caminando hacia delante, muchos trataban de cortar el paso con palas en la mano.
«¡Han muerto niños, no es como la pandemia que eran ancianos, niños!», lloraba un hombre. «Ahora ellos volverán a su casa a darse una ducha caliente y dormir en su cama», se quejaba otro.
Ante el ambiente cada vez más hostil hicieron su aparición cuatro agentes de la policía montada. Sus caballos provocaron el nerviosismo de los vecinos.
Tras casi media hora, la comitiva decidió replegarse y encaminarse hacia los vehículos que aguardaban unos metros atrás. Mazón se introdujo en uno de los coches y la Reina lo hizo el otro. El Rey, que llegó a sentarse en la parte de atrás del suyo, a los pocos segundos cambió de opinión e indicó que quería acercarse a hablar con los afectados.
Entre gritos de «borbón, defiende a tu nación», Felipe VI se encaminó rodeado por un equipo de escoltas, guardias civiles y policías —medio centenar de efectivos— y señalaba a la persona con la que quería hablar, no sólo aquellos que lloraban desconsoladamente, también a los que le insultaban con saña, y su jefe de seguridad los hacía pasar dentro del cordón para que se desahogaran.
«¿Por qué no han venido antes?», lloraba una mujer cogiéndole la mano. «¡Desplegad al Ejército!», le exigía un joven que segundos antes había estado acusando al monarca de tener las manos «manchadas de sangre».
Para la mayoría, la comitiva real ha venido solamente a «hacerse la foto», mientras a ellos los tienen «abandonados», gritaban.
Felipe VI escuchó pacientemente al menos a una decena de vecinos, a los que repetía fórmulas como «lo entiendo» o «hacemos todo lo que podemos hacer». «¿Y Sánchez dónde está? El Rey está dando la cara», chillaban.
La mayoría de los que hablaron con don Felipe salían del cordón de seguridad llorando, mientras parte de los allí presentes les criticaban por escuchar al monarca: «¡No os creáis nada, os está utilizando!», les gritaban.
Felipe VI, antes de entrar en su coche, juntó sus manos en señal de perdón a un pueblo que ayer escenificó la indignación que siente hacia unas autoridades que, para ellos, llevan casi una semana ausentes.
La comitiva se reunió después en el centro avanzado de mando, donde el Rey dirigió una spalabras y justificó las protestas vecinales.
Allí se encontraba ya Pedro Sánchez, con quienes los ultras de cebaron. El coche en el que fue evacuado acabó con los cristales destrozados.
El presidente del Gobierno rechazó «cualquier tipo de violencia». «No nos vamos a desviar pese a lo que pueda suceder con algunos violentos absolutamente marginales», dijo Sánchez, porque los ciudadanos de Valencia y España, dijo, quieren «mirar hacia adelante, sacar adelante sus vidas con un enorme gesto de responsabilidad y solidaridad».
El presidente de la Generalitat valenciana Mazón dijo a través de X lque entendía la indignación social y por eso se quedó a a recibirla junto al rey. «Es mi obligación política y moral», sostuvo. Mientras, Nuñez Feijóo agradecióo a los Reyes «estar siempre al servicio de los españoles».