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«No olvido la cara de la chica que no pude salvar»

Estado del cementerio en Alfafar. MANUEL BRUQUE

Publicado por
Efe
Valencia

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Santos estaba pensando en jubilarse, le pesaba demasiado agachar el lomo con seis décadas a la espalda y después de toda una vida con la paleta en la mano. Llegó hace treinta años al Parque Alcosa de Alfafar desde Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, buscando mejores oportunidades, y en este barrio, que creció sobre todo al abrigo de la inmigración andaluza en los años sesenta, ha tenido a sus hijas y ahora a sus nietos. «Me he pasado toda la vida luchando», asegura, con la paleta en la mano, e intentando hacerle algunos apaños al humilde local que es sede de su negocio de albañilería. «Está todo destrozado». Hasta el marco de la puerta se la llevó por delante, y está intentando arreglarla. Pero está agotado y, sobre todo, abatido.

Desde su casa pudieron rescatar cinco personas a las que la fuerza de la corriente arrastraba lanzándoles cuerdas, pero Santos no va a olvidar nunca la cara de la joven que después de dos intentos fallidos no pudo agarrarse. Se le llenan los ojos de lágrimas, y cuenta además cómo su yerno salvó la vida de milagro. Sólo asoma una pequeña sonrisa en sus ojos al hablar de cómo se ha reencontrado con uno de los vecinos que pudo salvar la vida. «Cada vez que me ve me da las gracias», cuenta, aunque enseguida recuerda a aquella joven.

Parque Alcosa es un barrio de bloques de viviendas de protección oficial en el que apenas hay bajos comerciales, ocupados por viviendas humildes y donde vive mucha gente mayor. Uno de ellos, Eusebio, ha dormido varios días en un colchón mojado porque no tiene otro sitio donde ir.

El barrio bulle de actividad, lleno de voluntarios y de bomberos -la mayoría gallegos- que están trabajando en esta zona. Consuelo González mira con orgullo la plaza y se acuerda de aquellos años en los que prácticamente fundaron el Parque Alcosa. «Queríamos mejorar la calidad de vida de las personas que vivíamos aquí», recuerda a la puerta del negocio que heredó de su madre, y que antes que dedicarse a la venta de pirotecnia era un quiosco llamado La Estrella. Le han conservado el nombre y ahí ni siquiera hay petardos que salvar.