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TEMPORAL INUNDACIONES

Vivir dos catástrofes antes de los 20: el drama de la generación Z

Las lecciones que cinco voluntarios de la generación de cristal aprendieron de la pandemia. De ver los estragos por la tele a ayudar en primera línea

Vista de los mensajes de apoyo en la pasarela peatonal que conecta la ciudad con su pedanía de La Torre y que ha sido denominado como Puente de la Solidaridad este sábado en Valencia.ANA ESCOBAR

Publicado por
José Antonio Guerrero
Valencia

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Rodri se ha bajado con tres colegas en coche desde Madrid para ayudar a quitar barro y escombros en Paiporta. Selva reparte productos de higiene femenina en la zona cero de Benetúser. Marta no deja de sacar capazos de barro de un sótano anegado en Alfafar, igual que Jorge y Nico, volcados en la limpieza de bajos en Massanassa. Todos son estudiantes o están empezando a meter cabeza en el mundo laboral y antes de cumplir los 20 han vivido dos catástrofes: la covid de hace cuatro años y ahora el desastre de la DANA.

En aquel entonces, por edad (prácticamente unos adolescentes) y por la propia situación del confinamiento no pudieron arrimar el hombro, pero ahora no han dudado ni un segundo en pasar a la acción. Los "blandengues" de la generación de cristal, los mismos que encararon una pandemia que les dejó heridas en su salud mental, marchan estos días en oleadas por las calles de Benetúser, Alfafar, Massanassa, Catarroja, Albal... recorriendo cada día kilómetros de fango con sus botas embarradas, sus escobones y palas al hombro y sus mochilas a la espalda cargadas de comida y agua con una sola idea en la cabeza: ayudar.

Semejante ejemplo de compromiso social ha asombrado al mundo y quizá (solo quizá) obligue a psicólogos, filósofos y sociólogos a revisar si estos chicos y chicas nacidos después de 2000 vienen marcados por la fragilidad emocional y la indecisión o si es el altruismo, la solidaridad y el coraje los valores que mejor definen su carácter.

Fueron los primeros en movilizarse tras la riada, pasándose mensajes a través de las redes sociales y organizándose de manera espontánea para arrimar el hombro ante la penosa reacción de los políticos a la hora de poner en marcha las labores de rescate. Su respuesta ha cosechado aplausos a lo largo y ancho del país y el escritor Arturo Pérez-Reverte dijo de ellos que "son lo mejor que tenemos en España".

Al igual que el resto de ciudadanos, Rodri, Selva, Marta, Jorge y Nico vivieron la pandemia siguiendo por televisión sus estragos, pero aquella experiencia del confinamiento puso los mimbres para forjar esa fuerza solidaria que comparten. La psicóloga juvenil Silvia Álava habla de "resiliencia colectiva" y cree que estar haciendo algo por los demás ayudará a muchos voluntarios a superar una situación tan traumática. Y el psicólogo Carlos Caudet, profesor de la Universidad Europea de Valencia, ve en estos gestos juveniles "un modo de empatizar" que aprendieron en la pandemia.

Ese sentimiento de empatía es el que ha traído hasta Valencia a Rodrigo Alemany, madrileño de 20 años que se ha bajado con tres amigos en un Volkswagen Bora en el que duermen junto a la Ciudad de las Artes. "Después de ocho horas sacando barro, llegas reventado y lo que quieres es al menos un colchón, pero no me quejo. Nosotros enseguida nos volvemos a Madrid, pero aquí se queda gente que lo ha perdido todo", dice Rodri, que ha concluido un grado de Imagen e Iluminación y anda con "trabajillos" en algunos rodajes. "Como no tengo un contrato fijo he podido coger unos días y venirme a ayudar en lo que sea", explica. "Yo me pasé la covid jugando a la Play, pero sí recuerdo que todo lo que veía era por la tele. No podía salir a la calle, fue una restricción bestial. Vivía cerca del Palacio de Hielo, que se utilizó de morgue, pero eso no lo vio nadie. En cambio vienes aquí y ves que lo de la tele es real o peor. Y la solidaridad te brota de dentro; y si te cansas, la gente tira de ti. El sentimiento de unidad que se respira me recuerda mucho a cuando nos asomábamos a aplaudir por la ventana", describe Rodri.

Selva Valera, de 16 años, hija de valenciano y argentina, lleva desde la semana pasada movilizada a través de las redes sociales sacando barro en Catarroja, repartiendo comida en Benetúser o llevando, como ahora, productos de higiene femenina y ropa interior a una amiga de Paiporta que lo ha perdido todo. "Las redes sociales nos ayudaron en la pandemia a mantener el contacto y ahora es lo que nos está movilizando", esgrime esta estudiante de 1º de Bachillerato, que, aunque apenas tenía 12 años en 2020, ahora "empatiza más" con los afectados por la DANA, sobre todo con los que siguen aislados sin poder salir de sus pueblos.

Selva lleva una mascarilla FFP2 colgada de la muñeca. Sabe que es mejor ponérsela para evitar contagios ("parece un 'déjà vu' de la covid"), y aun así le cuesta. "La odio, la cogí manía en la pandemia, me agobia porque me suda toda la cara, pero cuando te metes aquí hay que llevarla porque hay agua estancada y cosas podridas". A diferencia de hace cuatro años, Selva siente que ahora tiene la oportunidad de salir a la calle para ayudar. "Si no nos ayuda ningún gobierno, tenemos que ayudarnos nosotros", dice arremetiendo contra una clase política "que la ha cagado".

Afectada por la riada Marta Vivó, de 18 años, es vecina de Alfafar, una de las localidades peor paradas por la riada. "Mi casa está bien, pero mis tíos tenían una fábrica de lija y han perdido toda la maquinaria", afirma la joven, recién llegada de un infierno de barro que empapa toda su ropa. Marta estudiaba un grado superior de gestión de ventas y espacios comerciales en un centro de Catarroja que ha quedado completamente inundado.

Ahora que vuelve a verse con la mascarilla entre las manos, Marta recuerda vagamente los tiempos de la pandemia, cuando estudiaba tercero de la ESO en el colegio María Inmaculada de Alfafar y la mandaron a confinarse a casa. "No recuerdo bien aquella época, mi mente ha querido borrar todo aquello. Sí me acuerdo de las videollamadas con las amigas. Ahora al menos puedo verlas y sobre todo las puedo abrazar. En esta situación tan límite que estamos viviendo, el abrazo físico de una amiga hace mucho. Yo estos días he dado y recibido muchos para consolar y animar".

La joven observa similitudes entre la covid y la DANA, sobre todo por "la sensación de aislamiento al no poder desplazarte con normalidad" dentro de los municipios afectados. "Ahora puedes salir a las calles, puedes ayudar y no tienes tanta sensación de impotencia. Sí que es verdad que al estar incomunicados, estás como confinado en tu pueblo. Pero al menos te sientes mejor porque sabes que debajo de tu casa es todo miseria y sales a hacer algo. Yo no puedo ni dormir porque me siento fatal estando parada, así que me levanto, me visto y me voy a la calle... y eso no lo podía hacer en la pandemia. El otro día vi a una señora mayor que lloraba abrazada a un policía... me tocó el corazón. Eso lo vi con mis propios ojos... no como en la covid que sabías que estaba muriendo gente y sentías la frustración de no poder ayudar. Nos llaman la generación de cristal... ¡pues aquí estamos ayudando donde se necesite!".

"¿Generación de cristal?", se pregunta Jorge Zabala, de 19 años y alumno de Biotecnología en la Politécnica de Valencia. "No sé por qué nos llaman así. Seguro que hay alguno de la generación de cristal que se está tocando los cojones, pero yo creo que somos de la generación del 'hoy por ti, mañana por mí'. La gran mayoría estamos ayudando por pura empatía. Si yo estuviera en una situación tan jodida me gustaría que me ayudaran", esgrime, mientras limpia un lodazal en Massanassa. Jorge dice tener la impresión de que la pandemia ha reforzado las ganas de ayudar, sacando la mejor cara de la gente. "Estuvimos muchas semanas encerrados y al no estar tan ocupado le das más vueltas a las cosas importantes... y yo creo que la solidaridad es una de ellas. Por eso estamos aquí. Sentirme útil me reconforta".

El valenciano Nico, de 17 años y estudiante de Ingeniería Física también en la Politécnica, lleva cinco días sacando trastos y cubos de lodo de sótanos y garajes de Catarroja. "A diferencia de la pandemia, aquí te encuentras la destrucción a cada paso y ves la cara de la tragedia con tus propios ojos, no hace falta que nadie te la cuente. La tocas con tus manos. Es brutal", describe. "En la covid -prosigue- no podíamos ayudar en nada, ahora que puedes hay que estar aquí. Tenemos la oportunidad de hacerlo y no te lo piensas. Lo hacemos por humanidad... yo creo que la pandemia nos enseñó a prepararnos ante una emergencia, pero sobre todo creo que nos enseñó a ser más humanos".