El auge del oro, el metal prodigioso
El codiciado mineral dorado está cobrando un brillo renovado como producto de inversión y un activo seguro para mantenerse a salvo de la volatilidad de los mercados. Además de su valor económico intrínseco, este elemento posee cualidades fisico-químicas fabulosas que lo convierten en un material natural valioso y único.
El precio del oro, calculado en onzas o gramos, sigue ascendiendo en los últimos tiempos, de forma imparable e impulsado por la incertidumbre económica y la inestabilidad geopolítica, que estimulan la demanda del este metal por parte de bancos centrales, firmas inversionistas y usuarios particulares.
Además de su demanda al alza en momentos de turbulencias financieras o perspectivas de cambios a nivel global, invertir en oro es tradicional debido a que mantiene un valor físico real en todo el mundo, puede venderse y convertirse en dinero en efectivo con facilidad y es considerado un ‘activo refugio’ que sirve de protección contra la inflación sin desvalorizarse.
“Aunque alrededor de la mitad del oro que se extrae cada año en nuestro planeta se destina a la joyería, con casi la otra mitad convertida en instrumento de inversión, hay alrededor de un 10 % que se desvía a la industria”, señala Alejandro Navarro, bioquímico, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, e investigador y divulgador de la ciencia y la tecnología.
“La peculiar corteza electrónica del oro le otorga propiedades fabulosas que lo hacen único, siendo el metal que mayor huella ha dejado en nuestra civilización, con un impacto en su cultura, ciencia y tecnología, y una historia llena de hechos asombrosos”, señala Navarro (@Alexny_85) en su libro ‘Historia del oro’.
Pepitas de oro paleolíticas.
Al tener un color tan llamativo y encontrarse en estado nativo, en forma de pepitas que podían hallarse en los lechos de los ríos, es prácticamente seguro que el oro es el metal más antiguo con el que se toparon nuestros antepasados, según Navarro.
De hecho, “se han encontrado pequeñas cantidades de oro nativo en refugios paleolíticos en lo que hoy es España, con una antigüedad cercana a los cuarenta mil años”, puntualiza.
Navarro considera que el trabajo del oro, u orfebrería, es con toda probabilidad muy posterior, ya que requiere de herramientas que seguramente no estuvieron disponibles hasta el Neolítico.
El tesoro del Mar Negro.
En el portal oficial de turismo de Bulgaria en internet, se informa que “el oro trabajado más antiguo del mundo ha sido hallado cerca de Varna, en la costa búlgara del mar Negro, donde en 1972 los arqueólogos sacaron a la luz una necrópolis del quinto milenio antes de nuestra era de la que, de momento, se han extraído más de tres mil objetos de oro”, explica Navarro.
Destaca que muchos de esos objetos tiene una preciosa y sofisticada factura, lo que apunta a que la práctica de la orfebrería es todavía más antigua, al menos en esa zona.
“Hay una sepultura, la famosa ‘tumba 43’, que contenía casi mil objetos de oro, con un peso total de kilo y medio del preciado metal: un auténtico tesoro” enfatiza.
El secreto del color dorado.
Gran parte de la fascinación que ejerce el más codiciado de los metales sobre nosotros tiene que ver con su hermosa tonalidad dorada, pero porqué tiene ese color tan peculiar.
Navarro explica que la respuesta se encuentra en los entresijos de la peculiar estructura electrónica de tan noble elemento.
Este investigador ofrece en su libro una explicación científica detallada de este fenómeno en la que abundan términos que requieren ciertos conocimientos específicos, como ‘tabla periódica’, ‘electrones y protones’, ‘contracción relativista’, ‘orbitales’, ‘corteza electrónica’ o ‘absorción de energía’, ‘rango azul-violeta’ o ‘espectro visible’.
La conclusión es que "el regio metal absorbe la luz en un rango diferente al de la mayoría de sus parientes químicos, lo que redunda en que ¡el hermoso oro refleja el color complementario al azul, que no es otro que el amarillo!, según afirma.
Peculiaridades físico-químicas.
"La peculiar corteza electrónica del oro" le confiere a este metal una serie de peculiaridades fisico-químicas, según Navarro.
Por ejemplo, es una “rareza que el codiciado metal sea tan poco reactivo, ya que está en el mismo grupo que el cobre y la plata, dos metales que se oxidan sin muchos problemas”.
Por otra parte, “es sumamente “reacio” a combinarse con otros elementos. Esto se traduce en que el oro no reaccione con el oxígeno a ninguna temperatura, lo que literalmente le impide oxidarse, así como que sea inmune a la acción de la mayoría de las sustancias ácidas o alcalinas”, señala.
“Precisamente, gran parte del inmenso atractivo del oro procede de esta tendencia a no juntarse con nadie (en otras palabras, a no estropearse)”, destaca.
Extremadamente dúctil y maleable.
Para Navarro, otras de las características peculiares y bastante impresionantes del oro son sus extremas ductilidad y maleabilidad.
Explica que una pieza de unos treinta gramos de oro (una onza troy) puede convertirse en “un hilo extremadamente fino, del precioso material ¡de hasta 80 kilómetros de longitud!”.
“Y la misma cantidad de metal, maltratado a martillazos, nos permite obtener una lámina de 25 metros cuadrados”, apunta.
Señala que esta última propiedad se ha utilizado a lo largo de la historia para producir el ‘pan de oro’, una finísima lámina de oro batido que puede llegar a ser unas cuatrocientas veces más fina que un cabello humano, y ha utilizado para dorar la superficie de esculturas, iconos, retablos, muebles y edificaciones.
De hecho, las láminas de oro batido pueden llegar a ser semitransparentes, de color azul verdoso, y reflejan estupendamente la radiación infrarroja, por lo que se utilizan hoy día para revestir visores resistentes al calor, según Navarro.
El oro electrónico.
El oro para fines industriales se utiliza en gran medida en las conexiones internas de casi todos los instrumentos electrónicos que utilizamos, con el fin de protegerlos de las interrupciones que las pequeñas corrientes de bajo voltaje sufrirían de otro modo en los dispositivos de estado sólido, según este investigador.
Un teléfono inteligente iPhone, por ejemplo, contiene unos 34 miligramos de oro distribuidos entre todas sus conexiones, y en el año 2015, la marca Apple recuperó una tonelada de oro solo de los iPhone reciclados, destaca.
Un inusual ingrediente gastronómico.
La inocuidad del oro que se ingiere se debe a su afinidad casi nula por reaccionar con otras sustancias, y a la inexistencia de procesos bioquímicos conocidos en el tracto digestivo que permitan convertirlo en un compuesto absorbible, según Navarro.
Explica que la falta de toxicidad del oro ingerido es la razón de que, a veces, sea espolvoreado sobre determinadas preparaciones de alta cocina, o incluido como ingrediente de algunas bebidas alcohólicas, como el Goldwasser, un aguardiente de hierbas con pequeñas escamas de oro.
También resulta sorprendente saber “que el oro metálico está autorizado como aditivo alimentario por la Unión Europea, con el código E175”, según añade.
El fascinante oro coloidal.
Uno de los fenómenos físico-químicos más impresionantes es el denominado oro coloidal, la suspensión, en un fluido, de partículas del fascinante metal, de tamaño ínfimo, menores de 100 nanómetros (¡100 milmillonésimas de metro!), destaca.
Cuando estas nanopartículas de oro están suspendidas en vidrio, el vidrio cambia de tonalidad dependiendo de cómo le de la luz, según el investigador.
Por increíble que parezca, esta propiedad podría haber sido conocida en tiempos de los romanos, como atestigua la asombrosa copa de Licurgo, fabricada en el siglo IV de nuestra era en vidrio dicroico, que parece de color verde cuando se la ilumina por delante y de color rojo cuando se hace por detrás.
Se ignora si esas nanopartículas fueron echadas a propósito en el vidrio mediante un procedimiento desconocido o fueron el resultado de un hecho fortuito, como una contaminación de las herramientas con trazas de oro y plata, según puntualiza.