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Publicado por
León

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«Que se pudran» en la cárcel los terroristas es frase que ha encontrado fortuna tras ser acuñada por vaya usted a saber quién. Quizá el propio ministro de Justicia, José María Michavila, fogoso y veraz, ha dejado descargar en estas palabras su indignación ante la injusticia, tantas veces contemplada, de que el asesino o cómplice de haber derramado sangre paga con mucha levedad sus crímines. Conozco a alguien, compañero de profesión en una cadena de televisiones locales que, siete años después de la muerte de su padre, en San Sebastián, veía pasar cotidianamente, libre ya, al etarra que cometió el asesinato. El padre de mi compañero de profesión había cometido el delito de ser el representante de un partido democrático -UCD- en Donosti. Y eso, ni se perdonaba entonces, cuando hace más de veinte años lo mataron, ni se perdona ahora, cuando la banda declara enemigos de guerra a todos los del PP y del PSOE. Puede que el «que se pudran» sea demasiado atroz -da escasa cabida a la reinserción-, pero atroces son los crímenes que se cometen y atroz es el miedo con el que nos obligan a vivir

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