Ana está con nosotros

Yo sabía que muchos de mis millones de lectores pensaban que no me ocuparía hoy del sí de Ana Botella, eso que una emisora de radio calificaba como el Día de la Anunciación. Que me perdonen esos fidelísimos seguidores de esta columna, pero al final no me he podido resistir al carisma de la Señora de la Moncloa, ni al designio del Gobierno/Partido Popular de alejarnos de los malos pensamientos teñidos de chapapote. Lo de la fiebre antiterrorista y la diarrea legislativa contra la delincuencia no era suficiente para desplazar al Prestige de las portadas de la prensa y de las aperturas de los audiovisuales. Hacía falta montar este bello espectáculo de la entronización de Ana en la vida política española y en la candidatura de don Alberto. Al fin los españoles podemos respirar tranquilos: tenemos a Ana con nosotros, de momento sólo los madrileños, pero todo se andará, después de que ella ascienda a la Alcaldía porque Gallardón ascienda a La Moncloa, con el permiso de los electores, que no tendrán el mal gusto de desbaratar esta maravilla y votar por doña Trini. Mira que me cae bien a mí esta señora, esposa del presidente del PP, tan modosita, tan conservadora, tan previsible y tan convencional, al tiempo que tan respetuosa con los demás y tan ayuna de insultos, de canalladas, de mordeduras y de agresiones a los adversarios. Tal y como están las cosas por ahí, eso hay que agradecerlo -¿lo de ayuna de insultos, etc., o lo de tan modosita, etc.?- y así se lo agradezco desde aquí, desde esta columna. Y no haga caso de los rencorosos que afirman que usted le quitará a Alberto Ruiz Gallardón todos los votos de progres trasnochados que había acumulado en la Comunidad de Madrid y que no le añadirá ni un solo voto por la derecha, por aquello de que la derecha madrileña ya votaba en bloque al Partido Popular, lo que dicen, qué ignorantes, que es una obviedad. Que la ruindad no conoce límites, Señora, hágame caso aunque sólo sea una vez en su vida. Si ganan, siga usted sin insultar a nadie. Si pierden, pues lo mismo. Esa debe ser su bandera. Yo me conformo así. Y recomiendo al bloque díscolo de mis millones de lectores que se conformen también, hombre, que por fin tenemos ya a la señora Ana Botella entre nosotros.