Pasear por el filo

Una delegación del PNV viajó a Gibraltar con un propósito desconocido, y que probablemente seguirá siendo ignoto ya para siempre, porque no consiguió ser recibida por el ministro principal de la colonia británica, Peter Caruana, y hubo de volver por donde había ido, después de un poco de turismo. A primera vista parece que lo que pretendía el PNV con una iniciativa aparentemente tan estrafalaria era justamente salir en los periódicos por este gesto ajeno, y aun contrario, a los intereses españoles, así como diciendo que los nacionalistas tienen hasta su política internacional propia y todo. Es posible, sin embargo, que la idea del PNV no fuese tan cómica, pero no lo sabemos, así que, a falta de información, es legítima la conjetura. Da toda la impresión de que a los dirigentes del PNV les gusta moverse por el filo de la ilegalidad, incluso de la traición si a mano viene. Necesitan escenificar constantemente su voluntad separatista, pero aprovechando en lo posible los instrumentos (y los dineros) que el aborrecido Estado pone a su disposición como nacionales españoles que son, y evitando acabar sentados en un banquillo. Es como una especie de cruz que el resto de sus compatriotas hemos de llevar a cuestas, como las familias a las que les sale un hijo tarambana. De vez en cuando traspasan la frontera de la legalidad y sufren algún corte con el filo por el que se pasean, como acaba de ocurrir con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre los Presupuestos autonómicos de 2002. Son riesgos que los nacionalistas asumen, porque saben que el corte con el filo no será muy profundo, debido al mal funcionamiento del Tribunal Constitucional, que ha dictado su veredicto después de rebasar todos los plazos que la ley le impone para emitir su sentencia, que es inoperante. Y así van tirando.