Cerrar

OPINIÓN M. Suárez

La extraña política alauita

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Vino como se fue. La crisis diplomática que intentan zanjar España y Marruecos ha evidenciado la errática, a ojos españoles, política exterior del reino alauí. La sorprendente retirada del embajador en Madrid en octubre de 2001, una medida que toman los gobiernos sólo en casos extremos, dejaron claro que quería poner contra las cuerdas a España por algún motivo que Rabat nunca aclaró. Estos dos «hermanos» del Mediterráneo han tenido a lo largo de su historia una relación de amor y odio, inevitables entre vecinos tan diferentes y con tantos problemas comunes como la inmigración ilegal, la pesca, el Sahara, Ceuta y Melilla o el islote Perejil. Si algo quedó claro con la crisis, abierta y zanjada por decisión personal de Mohamed VI, fue que Marruecos quería sacar partido y desviar la atención de los graves problemas económicos y sociales de su país. Además de pretender -sin conseguirlo- que España cambiara su postura con respecto al Sahara, retomó su reivindicación de Ceuta y Melilla, lo que acabó con la paciencia de España. El Ejecutivo pasó de la sorpresa inicial y los intentos de conciliar la postura de Rabat a esperar que las quejas de Marruecos se cayeran por su propio peso. El incidente de Perejil, que a punto estuvo de desembocar en un conflicto y provocó la llamada a consultas del embajador español, lejos de provocarle problemas al Gobierno español con el resto de partidos o con sus socios europeos tuvo un «efecto boomerang» al lograr el apoyo de la UE y la Otan y dio una imagen «bonapartista» de un joven monarca que no estaba cumpliendo las expectativas de una apertura hacia la democracia. Marruecos puso más piedras en el camino, pero el Gobierno se limitó a esperar un cambio de actitud que llegó a finales de 2002, sin aviso previo ni motivos aparentes. Una política marroquí que, según diplomáticos españoles, se ha mostrado «inconstante y volátil».

Cargando contenidos...