Diario de León

Los marines y los pilotos destacados en la zona del Golfo Pérsico reciben la orden a dormir de día para poder trabajar de noche

Las tropas esperan la orden de ataque total

Los tambores de guerra sonaban ayer en el desierto kuwaití a medida que el ejército norteamericano se aproximaba a la

Un marine norteamericano se prepara en Kuwait para la invasión

Un marine norteamericano se prepara en Kuwait para la invasión

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«Quiten las banderas americanas de los tanques, vamos a entrar en Irak como un ejército de liberación no de dominación», pidió el general Bufon Blount III, que dirige a las tropas de la III División de infantería que, junto a la I Fuerza Expedicionaria de la Infantería de Marina y la 101 División Aerotransportada, encabezarán la invasión por tierra de Irak. El movimiento de estas tropas estará apoyado desde el aire por 48 horas de intenso bombardeo con el que Estados Unidos espera provocar la rendición casi inmediata de las fuerzas iraquíes. Ayer se supo que 17 soldados del ejército de Sadam se habían rendido en la frontera con Kuwait y permanecían bajo la custodia de la policía de ese país. La fuerte tormenta de arena que azotó la zona durante la jornada de ayer hacía prever que el ataque no comenzaría inmediatamente expirado el ultimátum. «La situación meteorológica retrasa un poco el curso de los acontecimientos pero al final nuestro hombres cumplirán con los objetivos», aseguró a la agencia Reuters el general David Petrous, al mando de la 101 División Aerotransportada. Desde Washington nadie quiso decir cuándo comenzaría el ataque. «Ya lo verán», comentó el portavoz presidencial Ari Fleisher por la mañana. El funcionario pidió al pueblo americano que estuviera preparado para «la pérdida de vidas humanas» y reiteró que el ultimátum dado a Sadam es «inamovible» y que sólo queda por ver «si se va o no antes de que expire». El líder iraquí hace dos días que lo rechazó públicamente. Fleischer también advirtió que la guerra podría durar más de lo previsto. Mientras, el presidente George W. Bush se reunía con su gabinete de guerra, integrado por el vicepresidente Dick Cheney, la consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. A última hora del martes Bush comunicó oficialmente al Congreso su decisión de ir a la guerra cumpliendo así con los requerimientos de éste, que en noviembre le exigió informarle de sus decisiones en caso de ataque. «El presidente de los Estados Unidos tiene la autoridad de utilizar la fuerza contra Irak para proteger la seguridad del pueblo norteamericano y para hacer cumplir con las resoluciones de las Naciones Unidas». Según el mismo comunicado, la Constitución «autoriza al presidente a tomar las acciones necesarias contra terroristas internacionales y organizaciones terroristas, incluyendo aquellas naciones o personas que autorizaron, ayudaron o apoyaron los ataques terroristas del 11-S». Paradójicamente, Bush ha tenido que reconocer varias veces que no tiene pruebas fehacientes que conecten a Sadam con el 11-S. La alerta naranja, vigente desde el lunes en Estados Unidos, ha provocado cierta alarma ciudadana. Pese al apoyo mayoritario de los norteamericanos a la guerra, que según una encuesta del Washigton Post y la cadena ABC constituyen el 71% de la opinión pública, la posibilidad de que se produzcan ataques terroristas en suelo americano atemoriza a la población. El concepto de ataque preventivo en el que se basa la decisión de George W. Bush para justificar su guerra contra Irak no es una doctrina elaborada por el presidente. Son sus halcones conservadores, que ya sobrevolaban por encima de su padre durante la primera guerra del Golfo, quienes la conceptualizaron tras darse cuenta de lo que había sido capaz de hacer Sadam Hussein en 1990, cuando aún era un hombre de la entera confianza de Washington.

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