Diario de León

OPINIÓN Susana Vergara Pedreira

Ayer por la mañana

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León

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Ayer por la mañana, me despertó el ulular del llanto de mi hija. Ayer por la mañana, abrí la ventana para ver el estallido del sol de primavera rompiendo la escarcha en la ciudad del eterno invierno. Ayer por la mañana, Ágrata desayunaba apaciblemente leche enriquecida con un abecedario completo de vitaminas y minerales. Ayer por la mañana, en mi barrio, la única sirena que se escuchaba era la de la alarma de un coche. Los únicos que llevaban máscaras eran los perros con bozal. La única flota que había en mi bañera era la de un patito de agua. Las únicas trapas echadas eran las de las tiendas que abren más allá de las 10. Un ejército de ciudadanos se dirigía pacíficamente al trabajo. Y una legión de escolares, uniformada, tomaba la calle, camino del colegio. Ayer por la mañana, el olor a café inundaba la cocina. Y el único fósforo que iluminaba la estancia era el verde chillón de una linterna comprada en el circo. Ayer por la mañana, como todas las mañanas, la voz de una vecina -¡vamos ya, que llegamos tarde!- ametrallaba en el rellano de la escalera. La única bomba estaba sobre un plato en la mesa del comedor, rellena de crema. En la panadería se apilaban hornadas de misiles baguettes. El vendedor del cupón bombardeaba el número de la suerte. Un peatón esquivaba un carro de combate de plástico abandonado a la entrada del Mercadona. Y en el hospital, mi padre recibía todos los paliativos contra el mal que causa el tiempo y la vida. Ayer por la mañana, Bush estaba en todas las televisiones. Anunciando que ha comenzado la guerra de liberación. Contra un pueblo sometido a 12 años de embargo. ¿Cómo habría sido ayer por la mañana si ésto fuera Irak? Ayer por la mañana, cuando el ulular del llanto de mi hija marcó el comienzo del día, me impresionó la brutalidad de los hombres. Pero ayer por la mañana, aún, todavía, sin embargo, creí en la paz y la palabra.

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