Diario de León

Veinte edificios oficiales y varios palacios de Sadam ardieron en el devastador ataque mientras las bombas caían también en Mosul y Kirkuk

Los B-52 arrasan Bagdad

Bombardeo a mansalva de Bagdad. El tercer ataque en menos de dos días parece ser el principio del fin: la

Publicado por
Antoni Sanchez Vallejo Enviado especial de BAGDAD.
León

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A diferencia de los ataques anteriores, éste revistió la apariencia de operación de castigo. El Palacio de la República, principal palacio del presidente de Irak, Sadam Huseín, fue bombardeado en el intenso ataque aéreo efectuado en la capital, que ha provocado decenas de explosiones en la ciudad. En el perímetro del edificio, situado a orillas del río Tigris, se aprecian enormes bolas de fuego y espesas columnas de humo. La mayoría de los edificios de los alrededores del palacio también ardieron. El centro de la vieja capital del Califato fue pasto de un intenso bombardeo que se tradujo en fortísimas y numerosas explosiones causadas tanto por las defensas antiaéreas como por los misiles. Los proyectiles, lanzados por B-52 de la aviación estadounidense, atacaron fundamentalmente los alrededores del Arco del Río Tigris, en el centro de la capital. Tras los bombardeos, la ciudad quedó envuelta en llamas y en nubes de humo. Era el «Día A», el día de inicio de la fase Shock and awe (conmoción y pavor) mediante una oleada de ataques sobre Bagdad de bombardeos con B-52, once de los cuales despegaron ayer por la mañana de la base británica de Fairford, en Gloucester. Con saña Al sur de la ciudad, junto al Tigris -donde se levantan los hoteles Al Mansur y Al Rachid, llenos de periodistas extranjeros- la aviación se empleó con saña. Uno de los objetivos más buscados pudo ser el Ministerio del Ejército y los puestos de las baterías antiaéreas. El Mando Aéreo, situado en la confluencia de la calle Saadun con el Teatro Nacional, al sureste, fue alcanzado de pleno, y rodeado más tarde por un cordón de ambulancias. Otro foco de especial crudeza se localizó al norte, en una vasta extensión de terreno donde se concentran numerosos acuartelamientos militares. La onda expansiva de los impactos era capaz de desplazar un par de metros en volandas a una persona de peso normal situada a unos cuantos kilómetros del epicentro del ataque. A esa distancia, la estructura de los edificios temblaba visiblemente a cada sacudida de las bombas y el ruido seco, sordo, que produce el disparo de los antiaéreos. Ni siquiera los refugios parecían ofrecer amparo. El silbido de los aviones y su vuelo bajo, casi rasante, incrementaban la sensación de cercanía y pánico y las ráfagas de calor y viento irrumpían como una masa por los vestíbulos y las ventanas, abiertas para evitar su estallido por el rebufo del impacto. Un olor a fuego y polvo se propaló por la ciudad, por completo cubierta de humo, mientras el silencio, roto por el ulular de las sirenas, parecía ganar nuevamente la noche. Una ilusión vana: media hora de calma sólo hizo presagiar una peor tormenta, más masiva, más violenta, hasta la escabechina. Los ataques estadounidenses con B-2, B-52 y F-117 también se han repetido en las ciudades de Mosul y Kirkuk, al norte del país, donde se escuchaban grandes explosiones. La operación prevé el lanzamiento de hasta 3.000 bombas dirigidas y misiles de crucero sobre emplazamientos escogidos. Después de que los bombardeos de los dos primeros días de campaña fueron muy limitados, el Pentágono lanzó finalmente el prometido bombardeo masivo, con cientos de misiones por parte de bombarderos y cazabombarderos, según indicaron fuentes militares estadounidenses. «Estamos ante algo histórico. Esta es una campaña aérea nunca vista antes», confirmó en Washington el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. «Déjeme asegurarles que las bombas y misiles tienen una precisión sin parangón. La «humanidad» de esta campaña es que se ha elegido cuidadosamente los objetivos, el proyectil más apropiado para cada uno de ellos e incluso la hora en la que impactarían para asegurarnos que minimizaríamos las víctimas de inocentes». El Pentágono confía en que un ataque corto y brutal neutralizará los centros de poder y las comunicaciones del régimen iraquí y paralizará su maquinaria de guerra. Según el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor Conjunto, la campaña masiva de bombardeos incluye «varios centenares de objetivos militares que serán destruidos durante las próximas horas» tanto en Bagdad como en otros enclaves estratégicos, como las ciudades de Kirkuk y Mosul, en el norte del país. «Esta campaña no es contra los iraquíes, sino contra el régimen de Sadam Huseín», recalcó. Los ataques eran precedidos por el sonido de las sirenas de alarma, que trataban de avisar del inminente peligro a los cinco millones de habitantes de la ciudad. A los pocos minutos, retumbaba la ciudad y se multiplicaban las explosiones, con intensas llamaradas y gigantescas columnas de humo rojo y anaranjado. La artillería iraquí trató sin éxito de detener los misiles y los aviones que silbaban sobre la ciudad. El día sin embargo había empezado con señales de que a lo mejor no se produciría este ataque brutal. Ante el cómodo avance de las tropas británicas y estadounidenses en el sur del país y la entrada de los soldados por los flancos norte y oeste, el Pentágono anunció por la mañana que había retrasado el inicio de la campaña intensiva, en una muestra de la nueva «flexibilidad» de la que Washington tanto ha presumido que ahora posee a la hora de establecer sus planes de guerra. Pero esa «flexibilidad» significó sólo unas pocas horas de retraso. «Se esperó un poco para ver si había señales de que los altos mandos iraquíes se rendirían. Al ver que no sucedía, decidimos seguir con la campaña. Pero fue nuestra última elección, después de hacer todo lo posible para evitarla».

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