Diario de León

OPINIÓN Antonio Casado

España, cómplice innecesario

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España ha sido un innecesario colaborador en el golpe de las Azores contra la Carta de las Naciones Unidas. Nos hemos hecho cómplices en la quiebra de la legalidad internacional sin que nuestro concurso sea estrictamente necesario. El tándem anglo americano hubiera seguido los mismos pasos para aplicar una decisión, entrar a sangre y fuego en Irak, tomada antes de conocer la posición española y, por supuesto, mucho antes de verificarse el posterior e imprevisto rechazo de la misma en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ayer mismo, una ciudadana norteamericana de origen español hablaba por teléfono desde San Francisco con los contertulios matinales de una cadena de radio. Explicaba que estos días en los medios de comunicación norteamericanos se hablaba mucho de Blair, Chirac, Schroeder, etc. Pero que Aznar o la posición del Gobierno español no existen. Nadie habla de ellos. Como si no contaran. Que lo que diga o haga Aznar sea irrelevante en los Estados Unidos, además de herir nuestro orgullo, el de los belicistas y el de los no belicistas, hace más creible la dura acusación de Zapatero al presidente del Gobierno cuando le dijo desde el hemiciclo del Congreso: «No hay nada más antipatriótico que la sumisión». En un reciente viaje por tierras centroamericanas pude comprobar la enorme repercusión del viaje de Aznar a México. Para esas gentes que hablan nuestra lengua era de todo punto incomprensible la posición de España y, sobre todo, su patético intento de ganarse a Fox para la causa, concretada en el posterior contubernio de los tres políticos en las Azores. La pregunta era recurrente y generalizada, incluidos dos miembros del actual Gobierno dominicano: ¿Por qué lo hace Aznar? El otro día le trasladé la pregunta a un estrecho colaborador de Aznar. La respuesta apunta al factor humano: «Tanto Bush como Aznar tienen una mente simplista, poco sofisticada. Y ambos han interiorizado de la misma manera el hecho de que nadie daba un duro por ellos cuando llegaron al poder de aquella manera». A partir de ahí, un par de ideas fijas: imponer la idea de que el terrorismo es la nueva amenaza para la paz y la seguridad del mundo. Y, por lo que se refiere a José María Aznar, convencer a Bush de que el papel de España -segunda lengua de los Estados Unidos, primer inversor en los países de la primera lengua americana- es capital en un nuevo orden internacional de gendarme único. Lo malo es que George W. Bush sigue teniendo dificultades para poder encajar a España en el mapa político. Al menos en el mapa de las relaciones de poder a escala planetaria donde sólo figura él.

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