OPINIÓN Javier Fernández Arribas
Riesgos
Se respira una euforia excesiva. Los resultados de las primeras horas de la guerra permiten confirmar algunas previsiones pero las tropas están encontrando resistencia. Sin embargo, la atención se centra en el resultado del primer misil dirigido al lugar donde estaba Sadam Husein. Las especulaciones están llenando minutos de televisión y radio, páginas de periódico y fotografías comparativas. ¿Era un doble o no?. Las enormes gafas del presidente iraquí leyendo el primer mensaje tras los bombardeos no permiten a los expertos y analistas de la CIA medir el iris. No hay un iris igual a otro, aseguran los que conocen bien este tipo de detalles biotécnicos que tan buen resultado televisivo han obtenido transformados en serie de televisión norteamericana. Los medios de comunicación norteamericanos insisten en publicar datos sobre el impacto directo sufrido por el bunker donde se encontraba Sadam Husein en la madrugada del pasado jueves. Se citan incluso a testigos presenciales que afirman que el líder iraquí era trasladado en camilla, con mascarilla de oxígeno puesta, hacia una ambulancia que le trasladó a un hospital. Dos ministros iraquíes, el de Información y el de Interior, rechazaron estas informaciones de una forma «convincente»: se presentaron en la conferencia de prensa armados con pistola y fusil de asalto Kalashnikov para afirmar que Sadam Husein y su familia están bien. Asistimos a una guerra psicológica donde la información en un arma cargada de ¿futuro?. Los militares, pragmáticos y eficaces donde los haya están llevando la voz cantante en la ofensiva. Saben que los riesgos están ahí y se cuidan muy mucho de subestimar al enemigo. El presidente Bush advirtió en su discurso de la madrugada del jueves, nada más comenzar el ataque, que la campaña sería larga y difícil. Algo que se recordó en las últimas horas por el Pentágono. Tenemos imágenes en directo desde Bagdad, con el sonido de las explosiones de los misiles y de las baterías antiaéreas iraquíes; con imágenes nocturnas, con luces y resplandores. No debemos engañarnos. No es una guerra televisada en directo como nos engañaron en 1991. Sólo es Bagdad. Pero ahora mismo, la guerra en directo está censurada porque su desarrollo real no se puede contar. Los periodistas que van en primera línea con las tropas no pueden contar lo que pasa y las imágenes que ofrecen no tienen ningún interés, por ahora. En definitiva, hay que ponderar estos primeros pasos de la ofensiva total, aérea y terrestre, sin exceso de euforia porque todavía hay riesgos y no se toma Bagdad hasta que la infantería pone la bandera.