Sadam exhibe su botín de guerra

Los iraquíes se agolparon ayer ante las televisiones para ver a más de media docena de soldados muertos y otros seis prisioneros que decían ser estadounidenses, llamarse Edgar, Shanon o James y venir de Texas y Nueva Jersey. Con los ojos fijos en la pantalla, y algunos una sonrisa en la boca, guardaron silencio hasta que las sirenas de las alarmas les avisaron de que compañeros de aquellos soldados llegaban en aviones para descargar nuevos misiles desde el cielo de Bagdad. Las imágenes que la televisión iraquí cedió a la cadena Al Yazira, en las que aparecen las primeras bajas en el bando enemigo -una docena de soldados muertos tirados en una habitación, con los uniformes impregnados de sangre, más media de prisioneros de guerra- convirtió el día en una reivindicación de las posibilidades iraquíes en la contienda. Las imágenes fueron repetidas hasta la saciedad, en especial el plano medio de los muertos y las entrevistas a cada uno de los cinco prisioneros de guerra, todos ellos estadounidenses, capturados en Basora. Entre ellos figuraba una mujer de raza negra de 30 años. La expectación subió con la presencia en pantalla de un asustado soldado Pier Miller, el primer prisionero mostrado por los iraquíes, quien admitió ser de Kansas y servir en el Ejército norteamericano como técnico. Entonces, de repente, cesaron los murmullos; el presentador había preguntado al soldado si le habían ordenado matar iraquíes. «Me dijeron que disparara sólo si me disparan. Yo no quiero matar a nadie», respondió Miller, cuyas palabras fueron recibidas con aprobación.