Diario de León

OPINIÓN Consuelo Sánchez-Vicente

Un cruel espejismo

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León

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Desde hace muchos años el terrorismo encabeza todas las listas de preocupaciones de los españoles, ETA es, y así lo percibimos, nuestro enemigo público número uno, el principal y casi único problema verdaderamente importante de este país. Solo cuando ETA deja de matar, como durante la ''tregua trampa'' de 1998, o cuando éxitos tan rotundos como los que está registrando últimamente la lucha policial, judicial y política contra el terrorismo consiguen frenar su cosecha de muerte, como parece estar ocurriendo ahora mismo, ETA cede el liderazgo de las preocupaciones ciudadanas al paro, y pasa... históricamente del primer al segundo lugar de la lista. En las encuestas de los últimos años, paro y terrorismo se turnan en el liderazgo de nuestras preocupaciones según la siguiente regla no escrita: cuando la lucha contra el terrorismo va, o parece ir, mejor que la economía, el paro desplaza al terrorismo del primer al segundo lugar de las preocupaciones ciudadanas. Vivimos uno de esos momentos. Por la razón que sea, hace tiempo que ETA no da «señales de muerte». Tanto tiempo, para lo que es su costumbre, que incluso da la impresión de que «el problema vasco» ha desaparecido. Que noticias tan extraordinarias para la democracia como la ilegalización de Batasuna por el Tribunal Supremo, están fuera de lugar, o que los dramáticos llamamientos de Mayor Oreja a parar el proyecto de soberanismo étnico y excluyente de Ibarretxe en las urnas han perdido sentido. Tal vez por esto (y porque tenemos tantas ganas de que ETA sea historia que confundimos los deseos con la realidad), en las encuestas de este fin de semana el paro ha vuelto a encabezar la lista de preocupaciones. Pero, tras él, en vez de ETA, aparece ¡la guerra de Irak!. Así de rematadamente mal ha presentado y está gestionando este espanto el Gobierno, su estupidez (hablo en plural porque quien calla otorga y todos callan) es lo que lo ha convertido en «nuestro espanto». Pero, no nos equivoquemos: mientras el silencio, la exclusión social o el exilio sean las únicas alternativas reales de los miles de vascos «constitucionalistas» perseguidos, extorsionados y amenazados en Euskadi por sus ideas: mientras ese brutal déficit de democracia persista, entonces, ese es «nuestro problema». Aunque solo parezca existir cuando ETA mata.

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