ANÁLISIS Enrique Vázquez
Todos contra Rumsfeld
Generales retirados, medios de comunicación e incluso militares del Pentágono han puesto a Donald Rumsfeld en el punto de mira. Consideran que su estrategia de combinar la tecnología de las bombas inteligentes con las unidades de tierra ligeras y muy móviles es la responsable del empantanamiento de las tropas estadounidenses en Irak. Business Week detalla esta semana esa doctrina de la guerra digital, que ha sustituido, de momento sin éxito, a los métodos militares tradicionales. De acuerdo con un devastador informe publicado ayer en The New Yorker, firmado por Seymour M. Hersh, en el Pentágono se respira indignación contra la arrogancia y los malos cálculos de su máximo jefe. Rummy, como es conocido, rechazó en seis ocasiones los consejos de los estrategas del Estado Mayor que le decían que se necesitaban más soldados para iniciar la guerra. También desautorizó a Tommy Franks cuando pidió que se postergara el ataque ante la negativa del Parlamento turco a que pasaran los soldados de EE. UU. por su territorio. El jefe del Comando Central se plegó a sus dictados, como es su costumbre, y ahora Rumsfeld afirma que el «excelente» plan es obra del militar. El momento crítico fue cuando éste despreció guiarse por el llamado TPFDL, el documento de planificación de guerras más sofisticado del Pentágono. Un instrumento de partida básico en cualquier contienda. El TPDFL para Irak que se le presentó el año pasado demandaba el despliegue de al menos cuatro divisiones y el envío por barco a la zona, antes del comienzo de las hostilidades, de cientos de tanques y otros vehículos armados. El secretario de Defensa desdeñó ambas peticiones, pues él y sus dos colaboradores (Paul Wolfowitz y Douglas Feith) «estaban tan enamorados de la (doctrina) de Conmoción y pavor que creían que la victoria estaba asegurada», según un estratega. «Estaba obsesionado con que los iraquíes se iban a derrumbar», afirma un ex responsable de los servicios secretos. Rumsfeld sorprendió al Estado Mayor al insistir en que él controlaría personalmente, y no los generales, los movimientos del Ejército y la Marina en la zona de combate. Es decir qué unidad actuaría, cuándo y dónde. Rumsfeld no previó que la guerra podía prolongarse y por ello provocó una alarmante carencia de suministros. El resultado es desolador: retaguardia desguarnecida y vulnerable, falta de gasolina, agua y munición, problemas de mantenimiento de los tanques y escasez de Tomahawk y bombas de precisión en el terreno.