Diario de León

«Vamos a encontrarnos con gente que cree que somos unos asesinos y venimos a robarles el petróleo» Comandante Kent Keelly

Miedo a una masacre

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«Hoy es el día en el que nos puede gasear», sentencia Rasinaldo Menchaca. «Porque vamos a estar todos juntos alrededor de Bagdad». A medida que se estrecha el círculo de tropas estadounidenses en torno a la joya de la corona de Sadam Huseín aumenta el temor de que el tirano se vea acorralado y tire de sus armas de destrucción masiva. La comandancia aliada también espera encontrarlas ahora con ayuda de los lugareños que pierdan el miedo a Sadam Huseín. El domingo, los ingenieros de la Primera División de Marines excavaban en las pistas de cemento de un colegio de mujeres en la localidad de Al-Izezea, a unas 30 millas de Bagdad. Los aldeanos han contado que justo antes de que volviesen los inspectores de la ONU, los hombres de Sadam Huseín llevaron en medio de la noche con grúas y cementeras para construir una pista de baloncesto en la oscuridad. Aunque este informe no sirve para destapar las muy buscadas armas de destrucción masiva que según Estados Unidos esconde el régimen, la comandancia aliada confía en que habrá otros que los guíen hasta las así llamadas pistolas humeantes. Entre tanto, la mayor preocupación de los mandos es tomar Bagdad sin provocar un baño de sangre que enturbie la operación «Liberar Irak». «Vamos a encontrarnos con mucha gente que cree firmemente que somos unos asesinos, que venimos a matarlos y a robarles el petróleo», les dijo a sus hombres el comandante Kent Keelly. «Tienen una lealtad y una devoción por Sadam Huseín que ciertamente no merece. Muchas de esas personas van a morir a manos nuestras, y nosotros tendremos que vivir con ello», sentencia. El comandante está obsesionado con imponer autocontención a sus hombres. «Si a uno se le va la mano y provoca una matanza de civiles, esa es la imagen de nosotros que va a dar la vuelta al mundo», explica. «Todo el buen trabajo del resto de los hombres quedará ensombrecido por ese uno. Así es la naturaleza humana». Keelly cree que hay gente ahí fuera intentando que eso ocurra. Que ese ha sido el objetivo de las milicias paramilitares al vestirse de civiles y utilizar a niños y mujeres como escudos. Crear más confusión, provocar crímenes con los que minar la imagen de las tropas de la coalición en el mundo y ante el pueblo iraquí. El comandante se lo ha dicho así a la tropa. «Tenemos que llevar nuestros estándares, ese es el reto», les explica. «Esta es la guerra en la que nuestros padres no querrían luchar». Armas químicas «Antes había reglas que las naciones civilizadas mantenían hasta en la guerra. No se utilizaban civiles como escudos humanos y los soldados no se quitaban los uniformes para pasar por sorpresa», se lamenta. Su preocupación es compartida por los mandos, que en última instancia son responsables por todo lo que hagan sus hombres. Eso es precisamente lo que se sospecha que costó la cabeza del coronel Joe Doudi hace sólo tres días, tras los desmanes de sus hombres al salir de Alnazaria. «Es difícil hacer la guerra cuando no se sabe qué cara tiene el enemigo», se quejó el coronel ante de su fulminante relevo. Las noticias de que los hombres de negro que atacan los convoys aliados alrededor de Bagdad han vuelto a la acción ha puesto a todos en tensión. Los alrededores de la capital se han quedado semi desiertos, con casas abandonadas a la carrera y tiendas destrozadas por la artillería de ambos lados. Campo abonados para los saqueadores, a los que se les ve por las carreteras cargando gallinas ajenas y sillas apiladas. El día acaba con una buena noticia, los vientos corren hacia Bagdad. Si Sadam decide usar sus temidas armas químicas, sólo conseguirá convertir la capital en una tumba. Por esta noche se puede dormir tranquilo. Al menos, mientras los vientos soplen a favor. San Valentín Hay sonrisas contenidas que no vienen a cuento, ojos chispeantes y hasta ojo llorosos en las caras de los marines regios de tatuajes agresivos. Ha llegado el correo. Esta es la primera vez desde que empezó la guerra que los marines del primer regimiento de combate de la Primera División reciben cartas en el campo de batalla. Durante semanas han estado observando desde la distancia a cada uno de ''los pájaros'' que aterrizaban en busca de las añoradas sacas. «En la guerra, las tres ''b'' vienen primero», explicó el comandante Kent Keelly, recurriendo a uno de los dichos populares de los marines. «Los bollos, las balas y las vendas. El correo, sólo si queda sitio». Si en tres semanas nunca ha habido sitio de sobra hasta el viernes. El comandante Keelly es uno de los afortunados, ha recibido una carta y una postal de su madre, así como dos cartas de su novia en Hawai. «¡Cada vez que llega el correo él tiene algo y yo no!», se queja su compañero de vehículo, el comandante Gari Gluck, que todavía le guarda rencor por el último envío recibido allá en Coyote. Gluck dice que su esposa le ha mandado ya 10 paquetes y que no le ha llegado ninguno.

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