Diario de León

OPINIÓN Consuelo Sánchez-Vicente

Una lección de civismo

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La imagen del vándalo que, creyéndose anónimo entre la multitud, aprovechó los disturbios que siguieron a una de las manifestaciones estudiantiles anti guerra para robar un jamón de un hipermercado asaltado se había convertido en un símbolo. Menudos pacifistas son estos, concluyeron muchos que, en su afán de negar la rectitud de juicio y de intención de la inmensa mayoría de los manifestantes del «no a la guerra», no dudan en tomar, para descalificarles, la parte por el todo. Si fueran alumnos míos, y tengo alumnos de esa edad, daría Matrícula de Honor en civismo al grupo de estudiantes que el sábado puso en su sitio con nobleza e inteligencia a los violentos y a los maledicentes al decidir devolverle al hipermercado asaltado el jamón en cuestión. A los violentos porque, al restablecer con sencillez el orden de las cosas, estos jóvenes han marcado distancias y situado con nitidez donde en realidad están, extramuros de la democracia (no en la oposición, señor Aznar), a los grupos antisistema que, desde las grandes marchas antiglobalización, cada vez que la sociedad hace suya una bandera «políticamente incorrecta», se personan en las manifestaciones pacíficas... para «reventarlas». Y a los maledicentes porque, al expulsar con este gesto a los violentos de su seno (como ya debía haber hecho usted con algunos socialistas implicados en los ataques al Partido Popular, señor Zapatero), la devolución del jamón hace aparecer como lo que en realidad es, una burda falacia, el argumento de que estas manifestaciones violentas no son el fruto inocente y doliente de un sentimiento ciudadano, espontáneo y pacífico «contra la guerra» sino una «conspiración» orquestada por la oposición socialcomunista «contra el Gobierno». Para erosionar ilegítimamente al Gobierno legítimo. Comparado con el, para mí, bochornoso comportamiento que están observando José María Aznar y Rodriguez Zapatero en esta guerra -sobre todo ese atroz, inhumano, impúdico, obsceno tirarse a la cara uno al otro los niños descuartizados por las bombas de ETA, de Irak: todo por el voto: los dos deberían pagarlo en las urnas- el gesto, menor, de la devolución del jamón, se agiganta. Todo un símbolo, este sí, de lo que debería ser, de lo que es una democracia de calidad. Aunque quienes peinamos canas y desencanto tengamos que mirarla a través de los ojos limpios de nuestros jóvenes, de nuestros hijos, para redescubrirla, una verdadera democracia.

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