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OPINIÓN Javier Fernández Arribas

Julio Anguita Parrado

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León

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Este es uno de esos días en los que un frío escalofrío recorre tu espina dorsal cuando te llega el rumor de que uno de los miles de proyectiles que se lanzan en una guerra ha alcanzado a dos periodistas. En seguida, una sensación de angustia invade tu pensamiento al imaginarte lo peor. Después quieres autoconvencerte de que no iba a haber tan mala suerte. Las horas de incertidumbre son las peores. Muere un periodista, un buen periodista al que conocí en la guerra de Croacia, que quería hacerse su propia carrera al margen de su apellido. Pocos sabían que la A con la que firmaba sus crónicas desde Nueva York, y desde el corazón de la Segunda Brigada de la Tercera División de Infantería, correspondía al apellido de su padre, Julio Anguita. Los periodistas manejamos continuamente la información sobre la muerte de personas anónimas que únicamente causan un mayor efecto si clavan su mirada vacía en tus ojos cuando vas a confirmar los datos para evitar la intoxicación habitual en los conflictos armados. Precisamente, son muchos los periodistas pierden la vida cuando cumplen con su obligación de confirmar y contrastar la información porque son conscientes de que todos los bandos van a intentar utilizarle para sus intereses. Irak no ha sido una excepción. La información trufada de propaganda es el pan nuestro de cada día y los periodistas intentan con todos sus medios acercarse lo más posible a la verdad. Y para ello, nada más adecuado que ir «empotrado» con las tropas. Todos conocían los riesgos, cada uno recapacitó sobre su conveniencia, y como Julio, o como Mercedes Gallego, y como otros 620 periodistas, decidieron que merecía la pena. Las crónicas de todos ellos han sido de lo mejor de esta guerra porque no hay que olvidar las dificultades y las limitaciones que han cumplido para viajar con las tropas. Es nuestro trabajo de periodistas y lo hacemos lo mejor que podemos con los medios que nuestras empresas ponen a nuestra disposición y con los que nosotros nos «apañamos». El objetivo es poder informar lo mejor posible de lo que ocurre en una guerra. Lo triste es que ese trabajo honrado y profesional hay quien lo utiliza para sus intereses partidistas. Guerra buena o mala, limpia o sucia. Nunca han estado en una guerra pero la utilizan en su propio provecho. La guerra en sí es lo peor del ser humano. Julio hacía su trabajo y bien. Como Julio Fuentes en Afganistán, Miguel Gil en Sierra Leona, Jordi Pujol en Sarajevo, Luis Valtueña en Zaire y Juantxo Rodríguez en Panamá. Seguiremos informando.

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