Cerrar

«No podemos quedarnos a proteger las instalaciones de la ONU. No es nuestra misión»Mil Hogg, sargento americano

Los americanos toleran el saqueo de Bagdad

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

La multitud que sale del centro comercial de impuestos libres del Ministerio de Comercio iraquí, situado al Este de Bagdad, está tan cargada de paquetes y de electrodomésticos nuevos que parece la inauguración de las rebajas. En efecto, todos es gratis, el saqueo no cuesta dinero. «¿Saqueo? No se puede robar lo que es de uno», replica el sargento mayor Greg Leal haciendo la vista gorda. «Están cogiendo lo que su Gobierno debería haberles dado». La multitud de iraquíes polvorientos y andrajosos sale de los grandes almacenes desempaquetando camisetas y zapatos de deporte, con la sonrisa de oreja a oreja. «¡Thank you!», gritan al paso de los marines con el pulgar hacia arriba. La tolerancia de los mandos se acaba al llegar a las instalaciones de los inspectores de Naciones Unidas en Bagdad. Cientos de personas han tomado los edificios al asalto, rompiendo ventanas, puertas y cuanto se interpone en su camino. Para cuando los marines llegaron al perímetro de UNOVIC había atasco en el aparcamiento. Decenas de iraquíes se habían metido con sus camionetas hasta el corazón de las instalaciones y las cargaban con ordenadores, impresoras, frigoríficos, teléfonos y todo lo aprovechable. Otros habían roto los cristales de medio centenar de furgonetas blancas con las letras de Naciones Unidas que los inspectores habían dejado aparcado. Los que no lograron hacer el puente para llevársela, salían con la batería al hombro. Cuando los tanques americanos aparecieron en las instalaciones y los iraquíes vieron que no venían a participar en la fiesta, comenzó la espantada. Unos disparos al aire y todos comenzaron a saltar las vallas, dejando atrás coches y botín. «Son demasiados para arrestarlos», dice el sargento Mill Hogg. Por el suelo de las oficinas violadas, los informes que con tanto secretismo prepararon los inspectores durante meses. Mientras los marines registran las oficinas en busca de agua y comida para abastecer a sus tropas, el traqueteo de las ametralladoras resuena en los patios vacíos. Todos al suelo. Los marines empuñan los fusiles, pero es difícil ver de dónde salen los disparos. Tan pronto suena al aire para celebrar la caída del régimen como apuntando directamente a la cabeza. Las RPG se estrellan en los muros y los marines buscan al francotirador en los tejados. «No podemos quedarnos aquí a proteger las instalaciones de la ONU, no es nuestra misión», se justifica el sargento Hogg antes de subirse a su vehículo y abandonar el cuartel de la UNOVI a la suerte de los saqueadores que acechan en los alrededores. «Llevamos doce años esperándoos», dice un anciano.

Cargando contenidos...