Diario de León

OPINIÓN Javier Fernández Arribas

Reconstrucción

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La guerra no ha terminado pero hay que pensar mucho más rápido de lo previsto en la reconstrucción para evitar el caos reinante en Irak. Una labor que se presenta mucho más ardua que la propia campaña militar. Siempre es mucho más fácil destruir que construir. Lo que ocurre en esta ocasión es que son múltiples las fracturas ocasionadas por la decisión de Estados Unidos de utilizar la fuerza para acabar con el régimen de Sadam Huseín. La tiranía ha caído, los ciudadanos iraquíes se sienten liberados pero se mueven al borde del precipicio de una guerra civil. Con la gran incógnita del paradero de Sadam y de las armas de destrucción masiva, el futuro de la sociedad iraquí afronta el odio y los ánimos de venganza entre chiítas, kurdos y suníes. La integridad territorial de Irak es una prioridad de la reconstrucción, a no ser que haya planes secretos sobre el Kurdistán y el papel poco colaborador de Turquía en el frente norte. Pero más allá de las diferencias entre las etnias y las religiones, los pillajes y asaltos que sufre la sociedad iraquí en su conjunto pueden provocar una frustración y una división muy difícil de superar. Los puentes destruidos, muy pocos curiosamente; los edificios machacados, muchísimos; el agua, la luz, las fábricas, los servicios, etc... todo lo imprescindible para recuperar la vida diaria de más de 23 millones de personas se puede reconstruir. Lo que no se podrá recuperar nunca es la pérdida de miles de vidas humanas. Nunca sabremos el número exacto, pero sus familias sí llorarán durante mucho tiempo la tragedia de su guerra y en muchos casos la desaparición de su ser querido enterrado, con prisas y temores a epidemias, en una anónima y cruel fosa común. La reconstrucción política de las relaciones internacionales, y de las relaciones políticas en el interior de algunos países, va a necesitar de mucho pragmatismo, sentido común y cabeza fría; sobre todo por parte de aquellos que se van a ver obligados al «trágala» de los vencedores que han demostrado que el mundo ha entrado en una nueva etapa donde la gran superpotencia americana impone su pax y el papel destinado a las Naciones Unidas es de una simple ONG. Intereses políticos, estratégicos, económicos, comerciales, a partir de ahora unos van a mandar mucho y otros se tendrán que acomodar a las nuevas reglas de juego que dentro de algunas semanas veremos consolidarse. Sólo los ciudadanos tienen en su mano la posibilidad de atemperar el «gran poder» y elegir el año que viene a alguien más proclive a recuperar el consenso y el multilateralismo para regir el mundo.

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