«Ya no vale con otro mundo es posible, ahora, otro mundo es urgente» Ana Rodríguez (brigadista leonesa)
«Se trata de ocupación, no liberación»
Tras soportar los ataques de las tropas aliadas en Bagdad, Ana Rodríguez Alonso regresaba ayer a León para dar testimonio en primera persona
La última vez que Ana Rodríguez Alonso atendió a la prensa en la sede del Partido Comunista de León, el 7 de enero de 2003, vestía una chaqueta roja, un pañuelo anudado con elegancia que dejaba ver los cuellos de una camisa blanca y dos ojos instalados sobre las cosas cercanas. Ayer, cuando volvió tras pasar junto al pueblo iraquí el asedio de las tropas aliadas, aquellos ojos tenía demasiadas imágenes en el archivo para dejar sin más de pasear la mente por las calles de Bagdad. En vez de una rueda de prensa, el acto de ayer fue una reflexión en voz alta sobre sus vivencias, los sentimientos experimentados y la frustración que sintió cuando tuvo que salir de la capital iraquí. A la brigadista leonesa se le han caído los eslóganes prefabricados, «ya no vale con otro mundo es posible, ahora hay que gritar que otro mundo es necesario y urgente», porque «cuando no haya otros pobres seremos nosotros los atacados». En contraposición a las charlas de cafetería, Ana Rodríguez puede hablar en primera persona del pueblo iraquí, «un pueblo magnífico y heroico, que ha defendido con dignidad y entereza su país hasta el final» y sobre el cual «horas después de haberlo desarmado ha empezado el crimen». En plena catarsis, sin mirar siquiera a la docena de periodistas que observan la escena, la brigadista recuerda «la llegada de las tropas aliadas como una maldición bíblica» y la puntualidad con la cual caía «cada minuto una bomba sobre Bagdad desde el tercer día de la guerra». Para desmitificar imágenes televisivas, Ana Rodríguez asegura que los iraquíes «recibieron con enojo y rabia la llegada de las tropas norteamericanas e inglesas, no como una liberación». Este fue el momento en que los brigadistas decidieron regresar a España «para iniciar una nueva etapa desde aquí de no a la ocupación», con el recuerdo de la población de Irak preocupada «por enterrar a los muertos que se amontonan en las calles». Durante estos interminables días, sabe que ha sido «objetivo militar», al igual que los periodistas, «que han estado amenazados porque EE. UU. no quería testigos», pero prefiere aferrarse a su papel de «combatiente contra la guerra, contra el sistema norteamericano, que ha luchado con la palabra como única arma». Pese a la apariencia de abatimiento, sobresale por encima del discurso una frase que se esparce despacio sobre la asistencia de la sala. «No hay que tener sensación de derrota».